Locura en el trabajo.


No son ni las 10 de la mañana y he recibido ya dos llamadas telefónicas sobre problemas laborales que llevan a dos seres queridos a un despido a uno y a una baja laboral y al deseo de ser despedida a la otra. Dos problemas aparentemente diferentes y, en esencia, iguales.

En ambos casos, trabajan con los hijos de los jefes. En el primero, ambos son hombres, en el segundo, mujeres. Unos se dedican a trabajos relacionados con la construcción y las otras al comercio.Trabajo

En el primer caso, el hijo del dueño es el oficial de primera que necesita de la información del peón, que sabe más que él. En el segundo, la hija del dueño necesita del soporte emocional de la empleada, a la que arrastra a situaciones ajenas al trabajo: está viviendo una separación matrimonial traumática, con peleas y situaciones de mucha violencia psicológica, por ahora.

El primero lleva 5 años en la empresa y está harto de que no se respete ni su preparación ni su antigüedad. Harto de que utilicen su titulación sin remuneración por ello (la presentan en las obras sin beneficio alguno para él) y de seguir siendo peón cuando debería ser oficial. Harto de solucionar los problemas sin reconocimiento de ningún tipo.

Ella ha de cumplir en el trabajo bajo presión por las llamadas telefónicas acosadoras del hombre y ser el paño de lágrimas de la mujer. Los dueños (padres) saben perfectamente lo que se cuece y, sin embargo, no hacen nada al respecto, sintiéndose últimamente ella acosada por todos los flancos, ya que como trabajadora se gana todos los gritos y el malhumor del dueño (padre) que proyecta en ella todo su malestar.

El peón se lleva negando desde hace algún tiempo a contestar las preguntas que no competen a su grado, dejando, por tanto, las decisiones y la organización a quien realmente le compete que es al hijo/oficial de primera. Resultado: el hijo se enfada, habla con su padre y se le advierte al trabajador que o cambia su actitud o se va a la calle. El trabajador expone su queja, explica que no es su trabajo, que en lo que concierne a su labor sigue siendo más que competente y que no ha faltado al respeto a nadie, simplemente hace lo que debe hacer según su categoría y sueldo, no estando dispuesto a ser amigo de alguien simplemente porque el jefe lo desee. Conclusión: se le da la semana de vacaciones que aún le queda y mientras se le prepara el finiquito.

La dependienta se ve mezclada en una pelea matrimonial donde acaba haciendo acto de presencia la policía tomándole también a ella los datos como testigo/persona implicada. Resultado: un ataque de ansiedad, una baja laboral y volver a solicitar un despido que ya se le negó hace unas semanas por una situación parecida. Conclusión: mantener la baja el tiempo que el médico considere, iniciar una terapia con medicación y rezar para que, con crisis y todo, decidan despedirla y hagan desaparecer este infierno.

Cuando el trabajo es un bien preciado y mantener una clientela es algo difícil, se maltrata a buenos trabajadores. ¿Acaso “cuidar” así a los hijos en menosprecio de otros seres humanos es propio de los padres?

Realmente, lo que sucede en estos casos es una falta de responsabilidad por parte de los progenitores. Niegan los problemas de sus hijos proyectando en sus trabajadores unas atribuciones que no les corresponden y a las que se han visto obligados por necesidad o por empatía mal entendida.

Ser padres no es esconder bajo la alfombra todo lo inadecuado de nuestros hijos, eso para lo único que sirve es para quitarnos a nosotros de encima el problema de cómo solucionarlo.

Estos hijos/adultos y supuestamente futuros dueños de un negocio fueron, en su día, niños a los que sus padres no han prestado suficiente atención. Uno es un incompetente que no sabe de su trabajo, ¡pobre empresa cuando sólo sea suya!; la otra es una mujer con baja autoestima, sola y desvalida, que necesita que una chiquita que trabaja para ella la salve, pues parece que sus padres no están a su lado para ayudarla.

Ambos trabajadores se excedieron en sus responsabilidades, tomando para sí lo que era de sus empresarios y ahora estos, al sentirse de nuevo con la patata caliente entre las manos, rabiosos, les atacan con ella.

¿Quién es el máximo responsable de este desaguisado?

TODOS, TODOS y cada uno de ellos.

Cuando tomas para ti más atribuciones de las que te corresponden, a veces suceden cosas de este tipo y lamentarse echándole la culpa al otro, al que debería pero no lo hizo, no sirve de nada. Hay que aprender de las acciones y asumir las consecuencias. Eso es ser RESPONSABLE.

 

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o correo electrónico.

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