Resistencias

 

Sobre la resistencia, una de las acepciones de la RAE dice:

“En el psicoanálisis, oposición del paciente a reconocer sus impulsos o motivaciones inconscientes”.

enredadoColoquialmente, yo la defino como esa fuerza interior que nos frena y nos impide avanzar de manera fluida. Y no siempre es inconsciente.

A pesar de que hace algún tiempo abordé este tema (ver “La ley del mínimo esfuerzo”), siento la necesidad nuevamente de adentrarme en él, teniendo en cuenta sobre todo la resistencia consciente.

Ya expliqué en ese artículo cómo se crean las resistencias, que no dejan de ser formas de actuar que, gracias al constante uso, se han establecido como habituales y automáticas. Cuando nos adentramos en un proceso terapéutico, básicamente vamos a trabajar para deshacer estos automatismos y volvernos poco a poco más conscientes de lo que hacemos y, por tanto, con más capacidad para decidir cómo actuar.

Las resistencias no son fuerzas que aparecen solamente al inicio de los procesos. “Ojala fuese así”—decía una de mis amigas— “las jodidas siempre aparecen. Al principio parecen insalvables pero esas no son nada, espera y verás.”

Ella es un poco exagerada en sus expresiones, aunque su extremado discurso no deja de tener un toque más verídico de lo que quizás quisiéramos todos. Al menos a mí me sucedió, cuando inicié mi proceso creía que esa época inicial iba a ser la más difícil pero, tal como explico a todas las personas que vienen a trabajar conmigo, no siempre es así. Cada proceso terapéutico es diferente, ya que todos nosotros lo somos y por tanto cada trabajo individual llevará nuestra propia impronta.

Algunos mejoran rápidamente y, debido a ello, quieren espaciar las sesiones o terminar “porque todo se ha solucionado”. La experiencia me ha enseñado que es un hermoso espejismo, que la mejora desaparece para dar paso al viejo mecanismo si se abandona el proceso tan prontamente. Un río hace su cauce gracias a las miles de veces que pasa por el mismo lugar. ¡Cuántas riadas inundan pueblos por intentar encauzar los ríos fuera de sus lechos habituales! ¡Cuán difícil  es conseguir un buen cambio!

Esto es una resistencia inconsciente; nuestro organismo, tras realizar un pequeño esfuerzo, nos dice: “ya está, ¿para qué más?, lo conseguiste”. Queremos seguir cómodamente funcionando sin tener que gastar energía esforzándonos. Es humano, es habitual, pero en este caso no es sano.

Lo cierto es que, conforme vamos sanando, vamos limpiando y arrancando lo que los gestálticos llamamos otra capa de la cebolla, el esfuerzo necesita más de nuestra voluntad y nuestra intención, ya que nos vamos encontrando con el núcleo y este esenredaderas denso y espeso.

Cuando yo era pequeña, mi abuelo materno tenía un huerto y algunos fines de semana iba a ayudarle. Bueno, esa era la intención, porque cuando ya había excavado un poco en la tierra y empezaba a encontrar piedras y tierra compacta, cualquier excusa era buena para dejarlo.

Algo parecido pasa con algunos procesos, depende de lo profundamente arraigados de algunos de nuestros mecanismos, depende de lo nucleares que sean las heridas que estén cubriendo, las resistencias serán más fuertes y el esfuerzo por deshacerlas deberá ser más constante y ejercerse con gran brío. Quedarse en la superficie da una mejora aparente y temporal, profundizar es excavar en la piedra y eso implica ser tenaz (“firme, porfiado y pertinaz en un propósito”) y constante (“persistente”). En estos momentos es cuando suele aparecer la resistencia consciente, es como un freno de mano al que uno se agarra con fuerza y no suelta porque sabemos lo que “perderemos” si lo hacemos. A estas posibles “perdidas” nosotros las lamamos “las ventajas secundarias”.

¿Qué es pues una “ventaja secundaria”?

Uno de los ejemplos más claros podemos verlo en esas parejas que siguen casadas cuando ya hace tiempo dejaron de ser felices juntos, sin embargo, la posición social o la solvencia económica de la que se favorecen, desaparecería, al menos inicialmente, si se separaran. Mantener esta posición seria la “ventaja secundaria” que les hace preferir seguir infelices. Es el miedo a perder lo que ya tengo por un futuro incierto. Sin embargo, este “lo que ya tengo” implica mantener una infelicidad cada vez más profunda.

Podría dar la impresión al leer lo escrito hasta este momento, que iniciar un proceso terapéutico es peor que ir a las Cruzadas, que es una guerra cada vez más cruenta y sin cuartel. Tampoco hay que exagerar. Puede ser si uno quiere un camino sin retorno, si trabajamos durante un cierto tiempo con ahínco, ganaremos herramientas para gestionar mejor nuestra vida y voluntariamente podemos evitar olvidarlas. Es como aprender a ir en bicicleta, una vez aprendiste nunca olvidas, eso sí, puedes dejar de practicar.

Si sigues practicando, puedes irte adentrando cada vez más en un proceso de sanación que te permita ser más libre (“que tiene la facultad de obrar o no obrar”) pero, como todo en esta vida, tiene un coste y en este caso es decidir adentrarte en lo desconocido voluntariamente y soltar, conscientemente, las ventajas secundarias.

Hay personas que deciden vivir con su neurosis toda la vida, es su decisión. Toma la tuya.

Si tienes alguna duda o quieres tratar algún tema en concreto no dudes en contactar conmigo por teléfono o correo electrónico.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *