Maternidad invernadero

Hoy me reencontré con este artículo, (oculto entre carpetas) que no había llegado a publicar. Siento que, de algún modo, en estos momentos de confinación que estamos viviendo tiene un cierto sentido.

Ahora estamos todos recluidos, padres, madres e hijos. Con una dedicación exclusiva 24 horas al día desde hace 15 días (sino unos pocos más, ya que los niños fueron los primeros en irse a casa).

Quizás ahora, salvando las distancias, el tema del que hablo en este articulo toma cuerpo y vigencia. Quizás, muchas personas que no se habían planteado una parte de la ecuación, desde la práctica se den cuenta.

Es muy bonito llenarse la boca diciendo: Que la madre se quede con sus hijos todo el tiempo, ya que es lo que ellos necesitan. Aunque es bueno no olvidarse de nadie, ya que cuando lo hacemos, al final, todos salimos perjudicados.

“Hace unos meses dediqué unos cuantos artículos a hablar sobre ciertos aspectos importantes, desde mi punto de vista, sobre la maternidad y cómo la vivíamos algunas mujeres (ver apartado Familia)

Ayer, mientras leía el libro “La mujer y el deseo” de Polly Young-Eisendrath, me reencontré con el concepto de Maternidad invernadero, que me devolvió de nuevo a esos artículos y a las ideas que en ellos exponía.

No volveré a hacer hincapié en todo aquello que ya declaré, pero sí me pareció interesante retomar el tema para recordar un hecho sobre el cual en su momento no incidí.

Existe actualmente un grado de motivación elevado por parte de muchas familias de consagrar la vida de la mujer exclusivamente a sus hijos mientras estos son pequeños. Me parece una opción muy legítima y, aun así, también me parece conveniente analizar los motivos que empujan a ella.

Hay personas (hombres y mujeres) que están convencidas de que la dedicación y cariño que puede prestar una madre a sus hijos es la más acertada y conveniente, que la mejor opción es que sea ella quien dedique toda su atención y esfuerzo a la crianza. En un lenguaje más duro: que sea madre y sólo madre.

En esta sociedad patriarcal en la que aún estamos inmersos, la mujer puede ser “el objeto del deseo” del hombre o “la madre idealizada” que sólo vive por sus hijos, es decir, otro “objeto de deseo” (para entender mejor los conceptos os remito al libro arriba indicado, es una conveniente lectura para todos). El hecho es que, bajo la idea de volver a lo que “es natural” y que era lo que se hacía “antes” (tendríamos que analizar con detalle de donde sale esto de natural y antes), muchas mujeres deciden ser durante un largo periodo de su vida madre y sólo madre.

Por lo que sé, en épocas remotas, mientras los hombres se dedicaban a la caza, las mujeres cuidaban a los hijos y se dedicaban a otras tareas comunitarias, este creo que es el hecho que olvidamos, el carácter comunitario.

Las mujeres actuales se encuentran solas ante esta situación, se dedican exclusivamente a sus hijos y a las tareas familiares sin otro contacto adulto. Algunas, a pesar de querer estar con sus hijos, se sienten desmotivadas, les falta algo. Y más aún, se sienten frustradas por no ser lo suficiente buenas, por no dar todo lo que se espera de ellas, por no ser “como creen deben ser”.

Las mujeres victorianas son un referente también importante en cuanto a esa imagen de madre amorosa y amantísima, dedicada a sus hijos por entero. Pero también se olvida, a veces, que los retratos de esas madres son los de esas mujeres más o menos adineradas que tenían ayuda gracias a amas de cría.

No estoy diciendo, ni siquiera insinuando, que no sea sana esta dedicación al niño, lo que pretendo exponer es el hecho de qué pasa con la mujer adulta que se siente de golpe aislada del resto del mundo ejerciendo una única tarea, que además no puede compartir.

Ser madre es una faceta más y, si la dedicación exclusiva a esta tarea ha de aportarnos frustración y malestar, ¿realmente es tan sana esta situación para nuestros hijos, para nuestras familias, para nosotras?

Ser madre las 24 horas del día para algunas mujeres no es suficiente, algunas necesitamos algo más para sentirnos plenas; sería bueno que cada una se pregunte cuál es ese complemento y donde puede hallarlo. Y para las que aun sintiéndose plenamente convencidas y satisfechas de que ese es su cometido en este momento de su vida, siguen peleándose con ese ideal de ser las más amorosas y mejores madres, sería conveniente no olvidar que la perfección no existe.

Quizás este artículo os interese: Estoy harta de hacer que la infancia de mis hijos sea mágica.

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