Terapias gestalt » conflictos http://terapiasgestalt.es Terapia Gestalt barcelona Fri, 12 Jul 2013 17:56:06 +0000 en-US hourly 1 http://wordpress.org/?v=3.5.1 “Lo que no conoces puede afectarte, lo que te niegas a ver puede matarte” http://terapiasgestalt.es/lo-que-no-conoces-puede-afectarte-lo-que-te-niegas-a-ver-puede-matarte/ http://terapiasgestalt.es/lo-que-no-conoces-puede-afectarte-lo-que-te-niegas-a-ver-puede-matarte/#comments Tue, 30 Apr 2013 11:59:57 +0000 Terapias Gestalt http://terapiasgestalt.es/?p=1252

 

Cansada de darle vueltas a mis asuntos, decidí proporcionarle vacaciones a mi mente y, agarrando un bestseller, decidí devorarlo con el propósito de no dedicarme a nada serio hasta que “terminase” con él.bloqueo

Esta es una de mis técnicas ante el bloqueo. Hay momentos en que me siento tan colapsada que me resulta imposible encontrar entre tanto pensamiento loco una idea decente a la que darle crédito; en momentos así la postura más coherente es darme espacio y tiempo.

La experiencia me ha enseñado que si dejo de agobiarme intentando encontrar la solución a algo, si dejo de atosigarme con la idea de que el tiempo apremia y me concedo un descanso apartando a un lado todas las presiones, de manera fluida y sencilla, la salida, idea o solución necesaria aparece sin mucha tardanza. Si abandono el control y me dejo caer, es entonces cuando el engranaje vuelve a funcionar y mis piezas internas van recolocándose.

En estos momentos de agobio, a pesar de saber lo necesario y beneficioso que me resulta hacerme a un lado en lugar de intentar por la fuerza conseguir aquello (sea lo que sea aquello), siempre me aparece la duda de si me estaré escaqueando y, en lugar de ofuscada, simplemente estoy queriendo escapar de una situación que no me gusta o que me supone algún esfuerzo. El miedo me agarra por los bajos y me hace creer que, si me dejo estar, seré incapaz de remontar, que las ideas se perderán por no buscarlas, que la salida estará tapiada por la pereza o que la solución permanecerá oculta.

Siempre me cuesta dejar de esforzarme, ya que el miedo me agarra y me hace creer que si por un momento pierdo el norte no volveré a encontrarlo. Y cuando por fin esta vez me dejo caer, aparece esta frase que remueve nuevamente todos mis propósitos:

“Lo que no conoces puede afectarte, lo que te niegas a ver puede matarte”

Una frase exagerada, drástica y aun así cierta. Las personas que inician un proceso de crecimiento personal se dan cuenta de cómo todas esas particularidades de su carácter de las que no tenían conciencia les han afectado la vida. Aprenden que no conocer no evita que “eso” nos perturbe. Y lo que es más, no querer aceptarlo o negar su existencia no evitará que nos origine conflictos.

Y este es mi miedo: si suelto el control de la situación, quizás es porque estoy negando “algo” y, si es así,  me estoy perjudicando.

Cada uno de nosotros tiene un mecanismo estrella, ese que hace rechinar todo nuestro engranaje y nos destroza; el mío es el control.

Control: Dominio, mando, preponderancia”

Existen bastantes más acepciones, aunque esta es la que más se adapta a mi caso. Soy controladora por miedo, por desconfianza, por rigidez… Vamos, que me creo tan omnipotente que si suelto por un momento las riendas, la vida no sabrá que hacer y me succionará un remolino,  o cualquier otra cosa peor.

Vamos, que me creo Dios y, como tal, no puedo descansar, he de estar al pie del cañón SIEMPRE.

Y la frase me abofetea y me obliga a reflexionar, a buscar su polaridad. Sí, en lugar de darle más fuerza a mi locura, la frase aparece ante mis ojos cuando por fin había dejado de esforzarme. En este momento de abandono, de permiso, puedo interpretar este fragmento desde otra dimensión, desde su opuesta.

Si me obsesiono tanto por algo siendo incapaz de variar según el aquí y ahora, esa rigidez, ese control, ese dominio, es el que me “afecta y mata”.

Cuando me quedo atrapada en una situación, esta se vuelve neurótica y ya no es creíble, por lo tanto, descansar o no, no es lo importante. Lo conveniente es desapegarse de “eso” para retomarlo cuando surja, con más calma, de manera más conveniente.

Y esta vez, de nuevo, el remedio ha funcionado y una frase del libro me ha devuelto al camino perdido.

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o correo electrónico.

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“Yo no miento, no lo hagas tú tampoco”. http://terapiasgestalt.es/yo-no-miento-no-lo-hagas-tu-tampoco/ http://terapiasgestalt.es/yo-no-miento-no-lo-hagas-tu-tampoco/#comments Thu, 15 Nov 2012 08:25:26 +0000 Terapias Gestalt http://terapiasgestalt.es/?p=1071


 Me pasé años repitiendo esta frase, escupiéndosela a la cara a mi exmarido cuando le pillaba en un desliz, a mis hijos cuando intentaban colarme algún gol o en la escuela, durante mis años de maestra, cuando algún alumno no traía los deberes y soltaba una historia rocambolesca. Y al hacerlo me sentía superwoman.Mentira

Mentir: “Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”; esta es una definición, aunque también encontramos: “fingir, aparentar” o “inducir a error”. Si aplico estrictamente el primer enunciado a mi propia persona, ciertamente no mentía pero, si observo detenidamente lo que hacía bajo el prisma de la tercera definición, este sutil “inducir a error”, ¡oh sí!, he sido una mentirosa redomada y con muchísima más alevosía y premeditación que cualquiera de todos los que me rodeaban.

Durante mucho tiempo estuve totalmente convencida de que yo no mentía. Siempre fui muy miedosa y con poca tolerancia al abandono. Las recriminaciones, las riñas y los castigos me producían pavor, los vivía con angustia, pues me sentía rechazada y no querida. Por eso, desde bien pequeña aprendí a esconderme en momentos conflictivos evitando así las preguntas problemáticas. Sin embargo, cuando resultaba imposible escapar a la situación, aprendí a esquivar las preguntas escabrosas como quien esquía haciendo quiebros. Sólo explicaba lo que los oídos ajenos iban a aceptar; la parte que quizás me ocasionase problemas si salía a la luz, simplemente, no la contaba. Yo era una artista en contar medias verdades. Y no mentir, aparentemente, me hacía sentirme mejor, superior.

La mayor mentira era la que me contaba a mí misma para poder vivir tranquila. “Si dices mentiras no te voy a querer” este es uno de los introyectos que se grabó en mi frente como con un hierro ardiendo. Si hubiese reconocido que mentía, me hubiese enterrado bajo tierra como un gusano o  me hubiese sentido la más vil de las cucarachas.

Todas las personas mienten, nadie se libra. Todos lo hemos hecho más de una vez en nuestra vida. Hay muchos tipos de mentiras y muy diversas razones para emplearlas. Van aquí algunas como ejemplo:

- Protectoras: Nos evitan problemas o castigos. “No he podido hacer los deberes porque me encontraba mal”.

- Evasivas: Nos evitan responsabilidades, miedos o vergüenzas de que se sepan ciertas cosas o nos ayudan simplemente a no dar mayores explicaciones. “No fui yo, fue él”.

- Oficiosas o sociales: Se dicen por educación, para no molestar, son diplomáticas y nos hacen quedar bien. “¡Qué vestido más bonito, estás arrebatadora!”.

- Manipuladoras: Las que usan sobre todo los políticos, vendedores o cualquiera de nosotros buscando ciertos fines. “Subiremos las pensiones”. “Este es el mejor seguro de automóvil”.

- Piadosas: Para no herir, para evitar disgustos. “No te preocupes, todo se arreglará”.

¿Quién no ha mentido a los niños hablándoles de los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez?

Todo esto son mentiras, más o menos veniales, según la motivación que nos induzca a decirlas.

El verdadero problema es cómo convivimos el mentiroso con el “veraz”, por llamarle de algún modo. Cuando, en una relación, uno de los miembros de la pareja considera que no miente y acusa al otro de este defecto, normalmente, se otorga a sí mismo un grado de superioridad (se siente mejor persona), lo que dificulta la relación tanto como la mentira en sí. Cuando se personaliza (“yo a ti no te hago esto, ¡eres un mentiroso, me engañas, me tomas el pelo!, ¿te creías acaso que no me iba a enterar?”) no se está buscando resolver ningún conflicto, se está llevando a cabo un ataque personal que no propicia solución alguna. Se pierde la relación simétrica, de igualdad entre la pareja, para pasar a una relación más jerárquica: “Yo no miento, soy el bueno y estoy arriba. Tú mientes, eres el malo y estas abajo”.

Otra cuestión es confrontar la situación concreta para aclararla y resolverla sin ataques personales: “Sé que la otra noche no te quedaste trabajando, me mentiste, he encontrado las entradas en tu bolsillo. No me gusta que me mientas, me crea desconfianza hacia ti”. Aquí existe el enfado pero la posición de ambos sigue siendo simétrica, siguen en el mismo nivel jerárquico, siguen siendo iguales y, desde este lugar, es muchísimo más fácil llegar a un entendimiento.

Mentir o no, no nos convierte en mejores o peores personas. Responsabilizarse, tanto del motivo que nos lleva a decidir qué opción tomar como de acatar las consecuencias que de ello deriven, es uno de los aspectos que nos transforma en un ser humano más completo.

 

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Culpa vs responsabilidad http://terapiasgestalt.es/culpa-vs-responsabilidad/ http://terapiasgestalt.es/culpa-vs-responsabilidad/#comments Sun, 29 Jan 2012 14:30:00 +0000 Terapias Gestalt http://terapiasgestalt.es/?p=485

¡Me pones de los nervios!!

¿Cuántas veces habrás dicho esta frase o cualquier otra similar?

La verdad es que yo, muchas, incontables veces.

Cada vez que tu marido se retrasa y se le olvida llamarte. Cuando tu mujer se tira media hora para elegir unos dichosos zapatos que ponerse. Cada vez que uno de tus hijos deja las zapatillas tiradas en cualquier lado. Cuando alguno de “ellos” se olvida de bajar la tapa del inodoro, de cerrar la puerta del baño, de… Cuando el jefe te encarga la peor tarea…Discusión

Da igual el motivo, siempre es algo que hacen los demás y por su culpa tú te sientes alterado, enojado, frustrado. Hacemos responsable al otro de lo que a nosotros nos sucede.

Nos sentimos agredidos por las actuaciones de los que nos rodean, damos por sentado que el mundo debe adaptarse a nuestros deseos, nuestras necesidades, a nuestras exigencias, al fin y al cabo. Y olvidamos de que en esta relación, en esta situación, intervienen dos y este segundo, al que no identifico como parte activa del conflicto, soy YO mismo.

El sufrimiento ante ciertas circunstancias de la vida aparece cuando no nos hacemos responsables de la experiencia en toda su magnitud.

Tenemos una idea subjetiva (aunque la revistamos de lógica, y la tachemos de “socialmente establecida”) sobre cómo deben ser las cosas, y aplicamos esta rasera a nuestro entorno. Sin darnos cuenta de que esa es solo nuestra apreciación que viene dada tanto por nuestros deseos como por nuestras carencias.

Si a mí me gusta la casa recogida, creo que todos deben recogerla. Si alguien se retrasa, tiene la obligación de avisar ya que, si no, es un desconsiderado. Si somos pareja, debemos estar siempre juntos; si no preguntas mi opinión, eres un egoísta, si…si…si…. Condiciones, condicionantes. Leyes que imponemos sin saber, sin que nos importe si el otro está de acuerdo, si el otro sabe lo que me pasa…

Y me dirás: pero… ¡si es lógico!

Pues no: es habitual hacerlo, aunque la lógica no debería intervenir aquí para nada.

Cuando pasa esto, no estoy hablando sobre mí, sobre lo que siento con respecto a lo que haces o dices; lo que hago es acusarte de que lo que estás haciendo no es lo que a me conviene para que YO me sienta bien.

En lugar de hacernos cargo de nuestra experiencia, nos pasamos la vida intentando transformar al mundo para que se nos adapte. Eso es una manipulación, que no hace más que perpetuar nuestro malestar.

Si escoges cualquier situación de las que te molestan y preguntas a otras personas lo que sienten en las mismas circunstancias, encontraras opiniones de todo tipo: algunas como tú se sentirán afectadas, a otras les será indiferente, a otras incluso les parecerá normal…  Esto quiere decir, que la acción o situación por sí misma no implica malestar. Es como tú la encajas; la interpretación que le das es lo que te hace estar mal.

La terapia Gestalt ayuda al individuo a hacerse responsable de su experiencia. Lo ayuda a darse cuenta de cuál es la emoción que lo embarga cada vez que se enfrenta a determinadas situaciones o personas. A aceptar que se siente así, entregarse plenamente a la sensación, a la emoción y trabajar esto que es suyo.

El “otro”, ese del que nos solemos quejar por sus acciones u omisiones, tendrá sus asuntos; pero esos no son los que a ti te duelen, los que te molestan; los que te alteran y hieren son los tuyos propios.

Suelen ser heridas que sufrimos en la infancia, situaciones que no supimos solucionar de manera satisfactoria y vamos arrastrando toda la vida como la cola de una novia.

Y no se trata de buscar culpables en el pasado, se trata de solucionar el cómo vivo en el presente.

Desde la Gestalt se habla de responsabilidad, nunca de culpabilidad, ya que todos hacemos lo que podemos, como podemos. Eso no nos hace verdugos y mucho menos víctimas. Simplemente personas que reaccionan.

Cada vez que nos sentimos atacados, reaccionamos. Y solo nos sentimos así porque hay una herida abierta en nuestro interior donde encaja como un guante esa acción, palabra o situación.

Del mismo modo que frases como la del título son reacciones automáticas en ti, ese “otro” al que tú consideras “el agresor” tiene también sus reacciones automáticas de las que también es responsable, pero no culpable. Cada uno camina por la vida con sus heridas de guerra y de lo que se trata es de ir sanándolas, no de echarles sal.

Yo sano las mías, tu sanas las tuyas y cuando nos encontramos, sanamos las nuestras (1)

(1) Adaptación muy, muy libre de la oración gestáltica

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Enfermedades: ¿físicas, psíquicas o psicosomáticas? http://terapiasgestalt.es/enfermedades-fisicas-psiquicas-o-psicosomaticas/ http://terapiasgestalt.es/enfermedades-fisicas-psiquicas-o-psicosomaticas/#comments Thu, 22 Dec 2011 09:02:25 +0000 Terapias Gestalt http://terapiasgestalt.es/?p=315

Los conflictos trabajados en terapia no es necesario que sean solo de tipo caracterial o de relación, también las llamadas enfermedades físicas tienen lugar.

Todas pueden ser tratadas, o al menos escuchadas, desde la terapia. El cuerpo nos habla y, si se le da voz (una técnica expresiva de identificación), podemos saber cuál es el problema de fondo que se manifiesta. Hay veces que sólo con la toma de conciencia, los síntomas remitirán. En otros no, pero será más fácil el tratamiento y la recuperación o, en último caso, la aceptación.

No quiero decir con esto que trabajar el síntoma signifique buscar una eliminación del mismo; lo conveniente es entenderlo. Hay veces que suprimirlo sin más es peor que dejarlo seguir, ya que puede ser una válvula de desahogo que tiene el organismo(1). No se trata de luchar contra, sino de ir con.

Hay autores que nos hablan de la clara relación de determinadas enfermedades con estados o conflictos emocionales. Todos ellos son de la opinión (y cada vez son más los científicos y médicos que están de acuerdo) que no existe la distinción entre enfermedad física o psíquica.

El ser humano es un todo, resulta imposible separarlo en segmentos independientes desconectados entre sí. Cualquier alteración, cualquier pequeño contacto en un punto, repercute necesariamente en el resto del organismo.

Fijaos por ejemplo en  el uso de las placas de descarga. Vamos al dentista porque tenemos molestias en los maxilares y nos duele la boca, o es el mismo profesional el que nos dice que hay algo que no funciona, que hacemos demasiada fuerza y estamos desgastando las piezas dentales de tanto apretar.

Si hiciéramos un estudio, podríamos comprobar qué tienen en común todos estos individuos, y creo no equivocarme al aventurar que sería el estrés o, más propiamente, rabia contenida.

Sí, este es un ejemplo simple, un detalle, pero debería hacernos pensar: si la rabia no expresada hace que apriete los maxilares con tanta fuerza que poco a poco soy capaz de desgastar los dientes, ¿qué otras cosas soy capaz de hacer sin darme cuenta y qué repercusiones pueden tener?

Si los pensamientos obsesivos me mantienen despierto provocándome insomnio…

Si el miedo me descontrola los esfínteres provocándome descomposición…
Si un trauma puede hacerme perder la vista o la voz…
¿Qué es capaz de hacer el cerebro al cuerpo o al revés?

(1) Hay momentos de tanta ansiedad y tensión, que el cuerpo busca maneras de desahogarse, las fobias o los ataques de angustia serían formas de sacar al exterior el malestar acumulado.

 

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