Category Archives: Transpersonalidad

Espiritualidad

Egotismo

Una de las críticas, con razón, que se hacen a la Terapia Gestalt como proceso de crecimiento personal, es el “imbuir” en el cliente ese afán por respetarse a sí mismo por encima del resto de individuos de su entorno.

Tal como decía en el artículo “Todo lo que empieza por ego”, preocuparse por unofamilia mismo está cargado de connotaciones negativas. Solemos perder la perspectiva y nos confundimos, costándonos encontrar el equilibrio entre “el yo” y “los otros”.

No voy a negar que, durante el inicio de un proceso terapéutico, se suele invitar al cliente a experimentar sus deseos como oposición a la polaridad hasta ese momento vivida por él, cuando esa ha sido la resignación, la confluencia o cualquier otra actitud en la que haya supeditado al medio antes que a su propia necesidad o aspiración.

Puede parecer a ojos externos una posición muy egoísta, aunque quizás sería conveniente también observar qué cambios significativos se están ocasionando en el entorno y si tan solo al cliente se le puede adjudicar dicho calificativo, ya que seguramente “algo” estarán perdiendo la o las personas que se quejan de lo que antes les favorecía.

Volviendo al cliente, puede parecer una actitud egoísta, ciertamente, incluso puede en ocasiones llegar a serlo en el sentido más estricto, pero ¿cómo puede alguien aprender a nadar si no se introduce dentro del agua? Dicho más claramente, ¿cómo puede encontrar el equilibrio entre dos opciones si no prueba o se informa de ambas?

Hace poco también hablaba del concepto “vivenciar”, este sería un claro ejemplo del mismo: racionalmente puedo comprender la necesidad del equilibrio entre “respetarme a mí mismo sin olvidar al otro” o, lo que sería la ecuación inversa, “respetar al otro sin olvidarme de mí mismo”. Si tan solo he experimentado una vivencia, resulta necesario inmiscuirme en la otra para finalmente encontrar mi propio término medio.

Es una manera de trabajar el sentido de la responsabilidad, teniendo en cuenta lo que deseo, aceptar o no lo que he de perder o dejar para obtenerlo me hace ser consciente y decidir hasta dónde y cómo quiero llegar.

En absoluto invitamos a realizar cambios drásticos, ni siquiera instigamos a ello, simplemente abrimos la puerta a la prueba: ¿y si en lugar de hacer lo de siempre te planteas probar otra cosa?, ¿qué pasaría?, ¿qué es lo peor que puede pasar?, ¿estarías dispuesto a sostenerlo?

Estas son algunas de las preguntas, estas son las “influencias” que ejercemos, animamos a probar y este probar muchas veces no llega a hacerse efectivo porque el cliente se da cuenta de que el resultado no estaría dispuesto a sostenerlo; en otras ocasiones, se percata de que ha estado inhibiéndose de acciones o situaciones cuando la consecuencia no sería en absoluto peor de lo que tiene, más bien todo lo contrario.

Los cambios a medio y largo plazo no beneficiarán tan solo al cliente, sino a todo su entorno, pero como en todo hay que esperar un tiempo. Incluso cuando las decisiones acaban siendo drásticas, lo que indican es que la relación del cliente con su entorno no era satisfactoria y, por lo tanto, a largo plazo será una buena opción para todos.

Un buen caldo no se hace en media hora, ni un estofado en cinco minutos. Puede ser que el cliente descubra que quiere caldo mientras que su entorno prefiere estofado; ahí estará su responsabilidad de decidir lo que quiere seguir cocinando.

Tal como dice Serge Ginger:

“En efecto, cualquier cliente en terapia se interesa mucho en sí mismo y en sus problemas, consagrando largas horas a autoobservarse, a encontrarse o a ponerse en escena, a tener expectativas, a sacrificar tiempo y dinero para su propio desarrollo y su bienestar; se trata efectivamente de un tiempo de egotismo o de egocentrismo ¡y las familias de los clientes en terapia no dejan de quejarse!”

El proceso terapéutico tiene varias fases, una sería esta del egotismo del cliente, para poco a poco ir dando paso a una actitud más equilibrada y conciliadora con el entorno.

La famosa oración gestáltica ha sido objeto de bastantes críticas por ver en ella solamente esta parte egoica.

caminarSin embargo, si vamos más allá de la primera impresión y nos adentramos en el texto extrapolándolo a la vida, ¿qué sucede cuando las desavenencias aparecen, cuando los objetivos ya no son comunes o cuando los proyectos terminaron sin aparecer de nuevo? Nada más y nada menos que seguimos caminos distintos agradeciendo (si se puede) los beneficios de lo vivido.

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Hiperia

 

 No hace mucho encontré un par de videos colgados en YouTube en los que el psiquiatra Javier Álvarez hablaba sobre su teoría sobre la hiperia. En primera instancia, al igual que comprobé posteriormente que le había sucedido a más de uno de los oyentes en la sala, creí que dicho término estaba relacionado con la famosa planta “hipérico”, también llamada “la planta de San Juan”, pero no, él decidió usar este vocablo atendiendo a su origen griego: hiper significa superioridad o exceso.

El doctor Álvarez dice que la Hiperia es una función cerebral, siendo las personas muy dotadas para ella las que sufren, padecen o viven determinada sintomatología. Actualmente, a causa de nuestro sistema de valores, educación y sanitario dicha capacidad se sufre y padece, su esfuerzo va encaminado a conseguir que lleguen a poder vivir las experiencias que ella les aporta desde un lugar menos traumático.

Para más información os aconsejo ver los vídeos: YouTube Preview Image

Lo que me lleva a hablar sobre el tema son  dos aspectos, desde mi perspectiva, fundamentales: por una parte, el hecho de diagnosticar como enfermiza cualquier sintomatología que aparentemente sobresalga de la llamada “normalidad” y, por el otro, y como consecuencia de esto primero, la excesiva medicalización de las personas que la poseen.

Tengo la impresión de que los seres humanos nos hemos acostumbrado tanto, a través de los siglos, a ponernos las cosas fáciles que cualquier aspecto que nos personalice o cualquier situación que nos empuje a discriminar, elegir o buscar otra manera de actuar que no sea la más habitual, nos supone tal esfuerzo que preferimos tildarla como nociva, enferma, tóxica o negativa, antes que darle el espacio suficiente para comprenderla y aceptarla.

Esto es lo que hacemos con nosotros mismos, estas partes alienadas que desplazamos a nuestro interior impidiéndolas emerger y que causan tanto daño simplemente por no ser aceptadas, por un juicio que nos empuja a creer que no son apropiadas. La llamada Sombra. Su “toxicidad” vendría por su negación, por nuestro deseo de impedirles la existencia más que por su mera presencia.

Aparece el ideal de cómo queremos ser, intrínsecamente relacionado con lo que se nos ha hecho creer al respecto, en esta educación que se basa en la dualidad y no en la polaridad.

En el caso de las personas dotadas para la hiperia, la situación es similar; experimentan toda una seria de sintomatología para la que no están preparados, ya que se considera anormal. Si juntamos la “excesiva” fuerza de las manifestaciones, el juicio negativo que se les da a las mismas, el deseo “ideal” de no ser así y la medicalización a la que se ven empujados, se consigue un escenario de lo más destructivo.

Para resolver esta situación, al igual que a nivel individual negamos u ocultamos la existencia de las características con las que no estamos de acuerdo, a nivel institucional se medicaliza por protocolo a todo aquel individuo que manifieste alguno o varios de los síntomas en mayor o menor medida. En lugar de permitir o propiciar la aceptación y la convivencia, se demoniza. La medicación como cualquier otra herramienta es útil, siempre que se utilice en el contexto y en la medida adecuada. Tal como dice el doctor Álvarez, en lugar de medicar por protocolo, debería ser el propio implicado quien decidiese si quiere o no, según su capacidad para sostener dichos síntomas.

Para normalizar a dichas personas, la sociedad tiene que empezar a aceptar que las visiones no tienen por qué ser fruto de un mal funcionamiento cerebral sino más bien una percepción que no todos tenemos; las personas mal llamadas esquizofrénicas (el doctor Álvarez habla sobre este aspecto también), bipolares o los numerosos niños diagnosticados con TDAH u otros muchos diagnósticos de enfermedades mentales, no son más que la exteriorización de una función cerebral que, si aprenden a gestionar,  puede llevarles a lo que llamamos un estado de genialidad, que no sería más que explotar un potencial que hasta ahora ha estado negado y en la sombra.

Empieza a ser hora de que abramos nuestra mente y nos dejemos de seguir encasillando todo dentro de esta maldita dualidad que tanto nos daña: normal/anormal, para dar paso a la aceptación de polaridades: común/particular o habitual/infrecuente. Hecho que conseguirá que algún día, quizás un poco lejano todavía, deje de existir la necesidad generalizada de diagnosticar/medicalizar, ya que la aceptación de las particularidades será lo frecuente.

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Todo lo que empieza por ego

 

el arbol de las almas Roman Shatsky

Me gustaría iniciar el artículo definiendo ciertos conceptos.

Yo: m. Psicol. Parte consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio.

Ego: 1. m. Psicol. En el psicoanálisis de Freud, instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superyó y la realidad del mundo exterior. 2.m. coloq. Exceso de autoestima.

Egotismo: 1.m. Prurito de hablar de sí mismo. 2.m. Psicol.Sentimiento exagerado de la propia personalidad.

Egoísmo: 1.m. Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. 2. m. Acto sugerido por esta condición personal.

Ególatra: adj. Que profesa la egolatría.

Egolatría: f. Culto, adoración, amor excesivo de sí mismo.

Y para terminar, Amor propio: 1.m. El que alguien se profesa a sí mismo, y especialmente a su prestigio. 2.m. Afán de mejorar la propia actuación.

¿Qué pretendo iniciando el texto con este listado? Deseo evidenciar como incluso en la evolución del lenguaje nos hemos polarizado y tenemos variados vocablos que van puntualizando el aspecto negativo de esta inclinación humana hacia la atención a uno mismo, obviando que no necesariamente siempre esta focalización en  “mí o desde mí” implica un olvido dañino hacia el resto del mundo. Para encontrar un concepto que refuerce esta necesidad de procurar por mí, he de remitirme a otras raíces etimológicas o a una combinación de palabras (amor propio o autoestima, por ejemplo)  porque parece ser que las que se han originado propiamente del “ego”  no han aceptado este matiz.

Recuerdo que, ya de pequeña, cuando hablaba y se me ocurría construir una oración con el yo delante (“Yo y mi amiga vamos a la playa”), siempre oía a alguien de mi familia que me replicaba irónicamente “El burro delante para que no se espante”. No discuto en absoluto que la gramática y la ortografía nos facilitan indiscutiblemente la comunicación, aunque difiero en que ciertas connotaciones sean originadas para conseguir una mejor información.

A pesar de que vivimos en un momento social dominado por la individualidad, donde la cooperación, la solidaridad, la colaboración, incluso la empatía son aspectos relativamente poco fomentados, cuando a nivel más íntimo y personal utilizamos expresiones como “necesito ser un poco egoísta”  nos sentimos juzgados tanto por nuestro entorno como por nosotros mismos. Me pregunto muchas veces cómo podría expresar,  a través del lenguaje, ese mismo sentimiento de partir de mí en primer lugar para luego dirigirme a los demás,  sin que se interprete como un acto infame.

Parece que el tenerse uno en cuenta, vigilar por las necesidades propias, intentar conseguir deseos o anhelos está penado.

Creo conveniente recordar que el desarrollo humano está regido por dos leyes:

Ley céfalo-caudal: El centro motor avanza desde la cabeza hasta los pies.

Ley próximo-distal: Se controlan en primer lugar las zonas más cercanas a la línea media del cuerpo y después las más alejadas de dicho eje corporal.

A nivel emocional sucede un proceso similar, para poder ir hacia el exterior, para poder participar, primeramente habrá sido necesario cubrir mis necesidades. Resulta imposible satisfacer al otro si mis propias necesidades no están satisfechas.

genteAquí está el origen de por qué muchas personas andan perdidas entre el “egoísmo” y la “confluencia” (mecanismo neurótico que ocasiona en el individuo una desconexión de sus necesidades dando prioridad al entorno, fusionándose con él, olvidándose de sí mismo).

El egoísmo, egotismo o cualquiera de estos conceptos implican la ceguera del otro. La confluencia implica la ceguera de mí mismo. Se trata pues de encontrar el equilibrio y creo no equivocarme cuando opino que la dirección siempre será de dentro para fuera.

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Érase una vez.

 

Había una vez una isla, en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre: el Buen Humor, la Tristeza, la Sabiduría, el Amor…

barquesUn día se les anunció que la isla se hundía. Entonces todos prepararon sus barcos y partieron. Únicamente el Amor quedó esperando solo, hasta el último momento.

Cuando la isla estuvo a punto de hundirse, el Amor decidió pedir ayuda.
La Riqueza pasó cerca en una barca lujosísima y el Amor le dijo:
¿Riqueza, ¿me puedes llevar contigo?

“No puedo porque tengo mucho oro y plata dentro de mi barca y no hay lugar para ti.”

Entonces el Amor decidió pedirle ayuda al Orgullo que estaba pasando en una magnífica barca,

¿Orgullo te ruego, ¿puedes llevarme contigo?

“No puedo llevarte, Amor…” respondió el Orgullo: ¿aquí todo es perfecto, podrías arruinar mi barca?

Entonces el Amor dijo a la Tristeza que se estaba acercando:
“Tristeza te lo pido, déjame ir contigo.”

“Oh Amor” respondió la Tristeza, ¿estoy tan triste que necesito estar sola?.
Luego el Buen Humor pasó frente al Amor; pero estaba tan contento que no sintió que lo estaban llamando.

De repente una voz dijo:

“Ven Amor, ¿te llevo conmigo?

Era un viejo el que lo había llamado.

El Amor se sintió tan contento y lleno de gozo que se olvidó de preguntar el nombre al viejo.

Cuando llegó a tierra firme, el viejo se fue.blau i barca

El Amor se dio cuenta de cuanto le debía y le preguntó al Saber:
¿Saber, ¿puedes decirme quién me ayudó?
Ha sido el Tiempo, respondió el Saber ¿El Tiempo?” se preguntó el Amor
¿Por qué será que el Tiempo me ha ayudado?.

El Saber lleno de sabiduría respondió:

“Porque solo el Tiempo es capaz de comprender cuán importante es el Amor en la vida”.

Piensa en ello, si quieres…

Secta

 

 Me resultó sorprendente el constatar que ciertas personas consideran la Terapia Gestalt como una secta.

1f. Conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica.

 2-f. Doctrina religiosa o ideológica que se diferencia e independiza de otra.

 3-f. Conjunto de creyentes en una doctrina particular o de fieles a una religión que el hablante considera falsa.

monasterio MontserratEs evidente que, en el lenguaje coloquial, el significado que le damos a este vocablo se basaría más en la tercera acepción de la RAE, siendo la falsedad entendida más bien como peligrosidad. Cuando denominamos a una tendencia religiosa o ideológica como sectaria queremos resaltar su carácter nocivo y alienante sobre las personas.

Al principio, creí que era una opinión despectiva y puntual de algún individuo cuya experiencia había sido negativa y proyectaba su malestar.

Investigando e indagando, pude apreciar que esta visión también emanaba de ciertos y reducidos ámbitos académicos, desde donde ciertos enseñantes universitarios nos desacreditaban con dicha clasificación. Y también como, en ciertos países, esta creencia afecta aparatosamente a la práctica cotidiana de muchos profesionales, ya que se ha creado alguna ley al respecto. Sobre estos aspectos incidiré más adelante.

Lo que me llevó a reflexionar e informarme más sobre este tema fue que hace unos días conocí a una mujer que profesa la religión llamada Wicca. No había oído hablar antes de este culto. Al investigar, me he dado cuenta de que muchos de sus preceptos no difieren excesivamente de otras convicciones (no dañar, realizar ritos y ceremonias), en otros se asemejan a ciertas terapias alternativas (uso de energía y minerales o la creencia de la influencia de las polaridades, por ejemplo, el amor a la naturaleza), incluso pueden ser considerados por parte de la sociedad como una superstición u oscurantismo, ya que se denominan brujos.

Lo que sí me ha quedado claro es que, salvando las distancias (grandes o pequeñas), la mayoría de las corrientes ideológicas, religiosas, filosóficas o psicológicas tenemos un único fin: la búsqueda del bienestar del ser humano. Al menos de pensamiento.

Algunas hacen proselitismo y quieren conseguir adeptos que engrosen sus filas, otras nos hacemos visibles, ya que trabajamos con y para las personas, y otras, como los wiccanos celtas (por lo que he conseguido averiguar) viven tranquilamente siguiendo sus creencias sin alboroto.

¿Qué hace que parte de la humanidad nos dediquemos a desacreditar a la otra mitad?

El uso consciente de un vocablo u otro a la hora de definir, describir o denominar una corriente ideológica, filosófica, religiosa… puede ocasionar un daño irreparable.Gothic priestess sect

En Francia, por ejemplo, la Terapia Gestalt está incluida junto con la Naturopatía o el Reiki en una lista del gobierno de vigilancia de los movimientos sectarios. ¿Qué ha llevado a nuestro país vecino a tener a estos profesionales en el punto de mira?

Mis compañeros franceses no han podido darme razones claras, creen que por una parte podría ser una presión por parte de ciertos profesionales cuyas carreras académicas son más convencionales (psicólogos, psiquiatras, médicos…) que consideraban como intrusismo este tipo de prácticas. Vamos, que se intenta proteger los títulos universitarios.

Por otro lado, posiblemente el divorcio de una pareja del entorno cercano de un diputado, en la que la mujer era una terapeuta gestáltica. Parece ser que, a raíz de la ruptura, la mujer no quería permitir que el ex marido viese a sus hijos, o al menos ponía muchas dificultades. Los rumores indican que la batalla legal que se estableció acabó por desacreditarla a ella, aprovechando su profesión, y el gasto que sus estudios le habían ocasionado como un elemento significativo.

Lo que es obvio es la existencia de la lista y de una ley que, desde el año 2010, impide que los terapeutas gestálticos sean considerados psicoterapeutas.

Tanto en España como en Francia, para poder ser considerado psicoterapeuta necesitas reunir ciertos requisitos. Es decir, en ambos países los terapeutas sin estudios universitarios de Psicología o Medicina no podemos acceder a ser considerados psicoterapeutas pero, afortunadamente y a pesar de ciertas opiniones aquí, en España, no estamos en el punto de mira ni en ninguna lista de vigilancia.

Aunque si os dais un paseo por internet podéis encontrar alguna web o foro totalmente en contra de nuestra práctica. Se nos acusa de sectarios porque según creen nos dedicamos a separar matrimonios y destruir familias.

No puedo negar que conozco personas que, tras iniciar un proceso terapéutico, han ido tomando ciertas decisiones que han provocado un giro drástico de sus vidas. Aunque fuese aparentemente imprevisible este cambio, suele ser causado por un deseo subyacente y no aflorado públicamente, en absoluto fruto de ideas imbuidas por el terapeuta.

¿Qué deseo puede empujarme a mí o a cualquier otro terapeuta para desear la separación de un cliente? 

Naturalmente que no todos los terapeutas serán magnificas y maravillosas personas, como seres humanos tenemos defectos y deficiencias, pero juzgarnos a todos por los errores de unos pocos o acusarnos de sus conflictos porque es más fácil proyectar que sostener, no creo que sea la solución.

Religious ceremony in Cao Dai TempleParece ser que el “vive y deja vivir” sólo es aplicable a situaciones y personas con las que estamos totalmente de acuerdo, ya que en esta sociedad consumista que favorece la individualidad, la tecnología y la competitividad, todo aquello que difiera y se incline hacia un modo de vivir alternativo, es considerado dañino.

Ciertamente, buscar el bienestar tanto individual como colectivo; intentar una relación más armoniosa con el planeta, considerándonos individuos no superiores al resto de los seres vivos; preocuparnos por la naturaleza con todo lo que ello comporta, seguramente nos hace peligrosos. Porque si aumentamos en número haremos peligrar el statu quo actual.

No me considero budista, cristiana, zen… europea, española, catalana… caucásica, latina, mediterránea… Intento ser una humana respetuosa.

No comparto ciertas creencias y, aun así, porque no utilice minerales o calderos en mi quehacer tacharé de sectarios ciertos comportamientos; del mismo modo que espero que, por no compartir, por no entender o por no informarse de lo que hago y lo que me lleva a hacerlo, alguien se permita clasificarme de ese mismo modo.

Sed felices.

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Sobre mis relaciones

 

 

Tras un par de artículos (ver “Las Relaciones” y “Cultivando las relaciones”) donde he intentado dejar mi arbitrariedad a un lado, paso ahora a exponer mi visión más personal.

Soy de esas personas que, durante años y sin verbalizarlo, creía que la relación de pareja era el eje central que movía mi brújula amorosa. Quizás porque nunca me sentí suficientemente querida por mi familia de origen, quizás porque no tenía amigas, quizás porque pensaba que la vida social no iba conmigo… ¡vete tú a saber cuál era la base donde se apoyaba mi sentimiento!

besoQuizás en todas estas razones, quizás en ninguna de ellas. La realidad es que, durante esos largos años, cualquier relación amorosa o afectiva que no fuese la de pareja, carecía para mí de suficiente valor.

El contacto con la Gestalt me llevó por derroteros desconocidos e insospechados, mi grado de inconsciencia era tal que nunca se me ocurrió imaginar que una de las preguntas de esa época: “¿qué he hecho yo para merecer esto?” (aplicada al más puro estilo Almodóvar, ciertamente me sentía como las mujeres de sus películas, totalmente víctima de mis circunstancias; qué le voy a hacer si era teatrera y un pelín patética), se acabaría convirtiendo en: “¿Cómo he contribuido yo a recibir esto?”.

Sin buscar con ello una excusa que me exima en absoluto de mi responsabilidad, considero que he padecido un empacho de creencias nocivas que, junto con mis vivencias, me llevaron a extraer conclusiones determinadas y erróneas.

En un lado del cuadrilátero están las películas y los cuentos románticos, donde el amor de pareja te salva de cualquier circunstancia adversa.  En la otra esquina, la educación feminista de boquilla, esa de propaganda pero de pocos hechos reales que me decía que yo era suficiente e independiente, pero no acababa de ayudarme a serlo.

En la tercera, las vivencias familiares: he mamado el ejemplo de las mujeres de mi estirpe, viéndolas interpreté que mi misión en la vida era amar y respetar a mi pareja por encima de TODO, abarcando esta totalidad mi realización individual a cualquier nivel y por encima de cualquier otro ser humano, incluidos los hijos.

Me quedaría la última esquina, esa donde me colocaba sin saber muy bien hacia dónde ir, a veces hacia un lado, a veces hacia el otro.

El príncipe azul ha impregnado mi mundo emocional de un marcado tono rosa sucio. Un rosa “Corín Tellado”, un color pasteloso con un suave tufillo a rancio, que compartía espacio con un oscuro gris, fruto de la  incomprensión sobre mi apetencia, la cual me empujaba hacia el príncipe como meta y fin, aunque una parte de mí se resistía a ello.

Evidentemente, obviamente, infaliblemente, seguidos de todos los sinónimos que se os ocurran, me llevaron a vivir de la forma más confusa e incoherente posible, dando prioridad a lo inmerecido por encima de lo merecedor.

Con el trabajo personal aprendí que no sentirme querida por mi familia de origen no significaba no haberlo sido, simplemente no entendí su afecto, no lo vi. Que no tener amigas significaba que no me había abierto a buscarlas en primera instancia o había sido incapaz de mantener ese vínculo desde la constancia. Que la vida social no es algo que venga a llamar al timbre, es algo que se encuentra saliendo a la calle. Reconocí que no había contribuido en absoluto a recibir lo que a gritos llevaba pidiendo.

Que el cariño es cariño venga de donde venga y que, si dejas las expectativas, los falsos ideales y las creencias caducas, puedes empezar a apreciar lo que obviamenteamor y amistad está a tu vera.

Cuando por fin he dejado de obcecarme en que el verdadero amor es sólo el de la pareja, he descubierto que este se encuentra en el simple estar con alguien desde la autenticidad, apreciando el lazo que nos une (familia de origen, familia política, amistad) sin pretender encontrar nada más que lo que hay, aceptando que las expectativas estorban y entorpecen el más bello sentir del AMOR en mayúsculas, que es ese sentimiento de unión, simple y al mismo tiempo GRANDIOSO.

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El alacrán

 

Alacran

Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó. Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose.El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó.

Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo: “Perdone, ¡pero usted es terco¡ ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?”. El maestro respondió: “La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar”.

Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño!! …sólo toma precauciones. Algunos persiguen la felicidad; otros la crean.

Piensa en ello, si quieres…

Las sabanas

 

Ropa colgada en balcón con mazorcas

“¡Qué sabanas más sucias cuelga la vecina en el tendedero!- le comento una mujer a su marido- debería comprarse otro jabón. ¡Igual debería ayudarla a lavarlas!”

El marido la miró sin decir nada.

Cada dos o tres días, cuando su vecina tendía la ropa, la mujer repetía su discurso.

Al cabo de un mes, la mujer se sorprendió al ver a su vecina tender unas sábanas blanquísimas y limpísimas, estaban como nuevas.

“¡Mira! – Le dijo emocionada a su marido – parece que ya aprendido. ¿Se lo habrá dicho alguna otra vecina?”

El marido la miró y respondió: “No, hoy me levante temprano y limpie los cristales de nuestra ventana”.

A veces criticamos algo que desconocemos, sin pensar que quizás somos nosotros los que estamos mal.Todo depende del color del cristal con que se mire.

Piensa en ello, si quieres…