Category Archives: Transpersonalidad

Espiritualidad

El hombre que escupió a Buda.

 

En una ocasión, un hombre se acercó a Buda e, imprevistamente, sin decir palabra, le escupió a la cara. Sus discípulos, por supuesto, se enfurecieron.

Ananda, el discípulo más cercano, dijo dirigiéndose a Buda:

-¡Dame permiso para que le enseñe a este hombre lo que acaba de hacer!

Buda se limpió la cara con serenidad y dijo a Ananda:

-No. Yo hablaré con él.

Meditating in old templeY uniendo las palmas de sus manos en señal de reverencia, habló de esta manera al hombre:

-Gracias. Has creado con tu actitud una situación para que pueda comprobar si todavía puede invadirme o no la ira. Y no puede. Te estoy tremendamente agradecido. También has creado un contexto para Ananda; esto le permitirá ver que todavía puede invadirlo la ira.

¡Muchas gracias!¡Te estamos muy agradecidos! Y queremos hacerte una invitación. Por favor, siempre que sientas el imperioso deseo de escupir a alguien, piensa que puedes venir a nosotros.

Fue una conmoción tal para aquel hombre… No podía dar crédito a sus oídos. No podía creer lo que estaba sucediendo. Había venido para provocar la ira de Buda. Y había fracasado.

Aquella noche no pudo dormir, estuvo dando vueltas en la cama y no pudo conciliar el sueño. Los pensamientos lo perseguían continuamente. Había escupido a la cara de Buda y éste había permanecido tan sereno, tan en calma como lo había estado antes, como si no hubiese sucedido nada…

A la mañana siguiente, muy temprano, volvió precipitadamente, se postró a los pies de Buda y dijo:

-Por favor, perdóname por lo de ayer. No he podido dormir en toda la noche.

Buda respondió:

-Yo no te puedo perdonar porque para ello debería haberme enojado y eso nunca ha sucedido. Ha pasado todo un día desde ayer, te aseguro que no hay nada en ti que deba perdonar. Si tú necesitas perdón, ve con Ananda, échate a sus pies y pídele que te perdone. Él lo disfrutará.

Piensa en ello, si quieres…

 

Temporalidad

 

Pasé la adolescencia profundamente trastornada pensando en la muerte. Era una sensación extraña y perturbadora y, aunque la mayoría de mis pensamientos giraban constantemente sobre este tema, los fallecimientos de las personas allegadas que sucedieron durante ese periodo, me dejaban prácticamente indiferente y fría.

Junto con otras vivencias y sensaciones, este aspecto para mí inexplicable en esa época, me hacía interpretarme como rara y me proporcionaba internamente un cierto halo de superioridad e importancia que compensaba mi baja autoestima. Con el trabajo personal he descubierto que no era más que un bloqueo para no sentir la magnitud del miedo que me atenazaba y que de superior no tengo nada, aunque de inferior tampoco.

lluviaEsta mañana mientras me duchaba he tenido una vivencia que de algún modo me transporta a esos viejos recuerdos, a pesar de que el nexo que los une es el hecho de que la muerte es la meta hacia la que me dirijo, la experiencia ha sido distinta. El miedo de antaño hoy se ha sustituido por la aceptación de mi incomprensión.

Intentaré explicarme: no sé ni cómo ni por qué, pero mientras el agua templada resbalaba por mi cuerpo y me sentía feliz por esa sensación más que placentera, mi consciencia se ha vuelto más lúcida, me he sentido plenamente en el aquí y ahora, experimentando esa conexión total con el momento presente, al tiempo que un inusual pensamiento ha hecho acto de presencia: “ahora, aquí, siento y pienso; cuando muera dejaré de sentir y pensar, sin más. Del mismo modo que antes de vivir no había nada, todo desaparecerá, sin más, sin más, sin más….”

Y este simple “sin más” lleva una fuerza espiritual que jamás pensé vivir; es la aceptación de que llegué y me iré del mismo modo, sin esta consciencia de la vida que ahora siento, sin estos recuerdos que me acompañan, sin estas vivencias grabadas en las fibras de mi cuerpo. Y lo que entonces me aterraba, hoy simplemente se ha mostrado como evidente y aunque siga sin entender o, mejor dicho, a pesar de que mi parte egoica siga no queriendo entender cómo puede ser eso posible, cómo puedo perder esto que tengo, he podido apreciar en todo mi organismo lo que significa la verdadera aceptación.

Ha sido un instante fugaz, un momento trascendente que desde hace unas horas me acompaña y me ha dotado de renovada fuerza. Mi cabeza sigue loca como siempre, bullen en ella miles de pensamientos, pero hay una voz en off, suave y al mismo tiempo profunda y penetrante, como si se tratara de una gota de agua que cae insistente y constante del grifo mal cerrado, que repite: “VIVE, VIVE”palmeras

No sé cuánto tiempo durará esta fuerza y motivación que siento, esta corriente que me vitaliza y me empuja a realizar o al menos a intentar hacer todo aquello que el miedo normalmente sujeta. Siento que demorar no tiene objeto, que mi vida tal cual es ahora acabará y no hay tiempo para seguir jugando a esperar un mañana.
Un MAÑANA que será demasiado pronto un AHORA.
Posponer no es una opción, nunca lo fue. ¡VIVE!

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o por correo electrónico.

 

Terapias por Skype.

 

Una de las críticas que he recibido durante mi vida y en ámbitos totalmente diversos es de que soy muy rígida. Durante años, me sentía profundamente conmocionada, ya que entendía que lo que para ellos era rigidez para mí simplemente era organización, estructura y certeza; vamos, que si una cosa funcionaba bien así, para qué cambiarla. Lo malo de esta creencia es que, a pesar de que el enunciado pueda ser correcto, te cierras puertas para encontrar otras formas de funcionamiento que sean mejores o al menos igual de buenas; la variedad te permitirá elegir entre una u otras según las pequeñas particularidades del momento y la situación.

Afortunadamente, y a pesar de que mi tendencia neurótica tiende hacia el enquistamiento, procuro salirme lo máximo posible de mi zona de inercia(*) experimentando nuevas situaciones para así enriquecerme y sentirme más plena.

barcelonaUna de estas novedades de mi comportamiento es la que estoy llevando a cabo desde hace un tiempo: las terapias por Skype.

Muchos de mis compañeros de profesión opinan que no es lo mismo una terapia online que una presencial y que, por ello, la primera es peor que la segunda. Las razones que esgrimen son las siguientes:

1- No se puede establecer ningún tipo de contacto físico.emilie1

2- La terapia queda reducida a un trabajo más cognitivo, ya que los ejercicios corporales son difíciles, por no decir imposibles, de realizar.

3- No se puede ver a la persona en su totalidad, lo cual va en detrimento de la recogida de información, ya que gran parte del aspecto fenomenológico (postura, movimientos, reacciones…) se pierde.

Ciertamente, tienen gran parte de razón y, aun así, existen algunas razones para rebatirles:

1- El único contacto que tienen algunos terapeutas con sus clientes son los saludos de bienvenida y despedida. Bien es verdad que a la Terapia Gestalt se la ha llamado Terapia de Contacto, pero no por el hecho de que terapeuta y cliente tengan que tocarse constantemente, más bien, entiendo que el nombre viene dado por el contacto que establece el cliente consigo mismo y el entorno, al despertar a su darse cuenta se hace consciente de lo que le sucede, contacta con la realidad.

2- No todos los terapeutas gestálticos tienen formación en terapias corporales, por lo tanto ni en sus sesiones presenciales realizaran determinados ejercicios. Otras prácticas no necesitan del contacto físico, algunas como el Focussing pueden realizarse perfectamente desde la distancia.

3- Evidentemente, este apartado es difícilmente rebatible: la tecnología actual no permite ver mucho de la persona que tenemos al otro lado de la pantalla. También es verdad que, según donde se coloque la cámara, el campo visual será más o menos extenso, pero lo que ganemos en globalidad, lo perderemos en precisión.

Sigo siendo una defensora de la terapia presencial, de que la energía que se siente con la proximidad es difícil de experimentar con una pantalla de por medio y, a pesar de ello, estoy experimentando las posibilidades que puede tener este nuevo medio de comunicación.

Me ha costado ciertos años decidirme a salir de mi rigidez, de mi zona de inercia en relación a este aspecto, al final una razón es la que me ha movido a ello: cuando la distancia dificulta la realización presencial de una terapia, ¿qué es mejor: quedarse con la única opción conocida hasta ahora o procurar encontrar un nuevo camino experimentando algo nuevo? La necesidad es la que nos ha llevado siempre al cambio, a la evolución.

Me sigue gustando más el contacto directo con el cliente, creo que la unión que se establece con la proximidad es algo tan humano que forma parte de la recuperación, y aun así, si esto no es posible, mejor la presencia online que nada.

*Normalmente se suele usar “zona de confort” para referirse a la manera más o menos habitual y automática en la que funcionamos. Prefiero emplear el término “inercia” ya que la mayoría de las veces no resulta confortable, la repetición viene más por la costumbre que por la comodidad.

 Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o por correo electrónico.

¿Qué significa ser pobre?

amanecer
Un padre económicamente acomodado, queriendo que su hijo supiera lo que es ser pobre lo llevó para que pasara un par de días en el monte con una familia campesina. Pasaron tres días y dos noches en su vivienda del campo.
En el automóvil, retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo:
– ¿Qué te pareció la experiencia?…
– Buena – contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.
– Y… ¿qué aprendiste? – insistió el padre…
El hijo contestó:
1.- Que nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro.
2.- Nosotros tenemos una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín… Y ellos tienen un río sin fin, de agua cristalina, donde hay pececitos, y otras bellezas.
3.- Que nosotros importamos linternas del Oriente para alumbrar nuestro jardín… Mientras que ellos se alumbran con las estrellas y la luna.
4.- Nuestro patio llega hasta la cerca… Y el de ellos llega al horizonte.
5.- Que nosotros compramos nuestra comida;… Ellos, siembran y cosechan la de ellos.
6.- Nosotros oímos cd’s… Ellos escuchan una perpetua sinfonía de pájaros, pericos, ranas, sapos, grillos y otros animalitos….
7.- Nosotros cocinamos en la cocina eléctrica… Ellos, todo lo que comen tiene ese glorioso sabor del fogón de leña.
8.- Para protegernos nosotros vivimos rodeados por un muro, con alarmas….. Ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos.
9.- Nosotros vivimos conectados al móvil, a la ordenador, al televisor… Ellos, en cambio, están “conectados” a la vida, al cielo, al Sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus siembras, a su familia.
El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo…y entonces el hijo terminó:
– ¡Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos!
Cada día estamos más pobres de espíritu y de apreciación por la Naturaleza que son las grandes obras.
Nos preocupamos por TENER, TENER, TENER Y MÁS TENER en vez de preocuparnos por SER.

Piensa en ello, si quieres…

Independencia

 

 

independenciaA raíz de los dos artículos que escribí sobre los deseos (ver Deseo 1 y Deseo 2), me quedé con ganas de profundizar más en el tema de la independencia.

Para ello me resultan más significativas las acepciones de la RAE en torno al vocablo “independiente”:

1-Que no tiene dependencia, que no depende de otro.

2-Dicho de una persona: Que sostiene sus derechos u opiniones sin admitir intervención ajena.

Cuando por fin abandonamos el hogar paterno, solemos tener la sensación de que ya por fin somos independientes, de que podemos vivir nuestras vidas sin dar explicaciones ni pasarle cuentas a nadie, y cuán equivocados estamos, ya que la mayoría de las veces cambiamos una dependencia por otra.

Tal como dice Polly Young-Eisendrath en su libro “La mujer y el deseo: “No existe una independencia real para los seres humanos, porque siempre necesitamos de los demás y dependemos de ellos; la independencia es una ilusión”.

Si la independencia como constructo abstracto, que sería la acepción primera arriba expuesta, es irreal e ilusoria, no lo es si la aceptamos como es descrita en la segunda acepción.

En la tierna infancia dependemos sana y lógicamente de nuestros padres; con los años y con la educación se supone que vamos adquiriendo las herramientas suficientes para convertirnos en seres individuales, responsables de nuestras vidas. El problema es que no estamos educados para ser realmente autónomos. Es decir, si por un lado, como animales sociales que somos, ya en cierto grado no llegaremos nunca a una independencia absoluta y le añadimos una educación que no favorece nuestra autodeterminación, pues tenemos un cóctel potente.

La independencia, como ya he explicado alguna que otra vez, requiere de un grado de responsabilidad elevado y de un grado de consciencia importante. Ser independiente significa tomar decisiones por mí misma y, para ello, es necesario que sea consciente del motivo que me hace tomar “esa” y no “otra” decisión. La responsabilidad abarcaría aceptar “la factura” o consecuencia ineludible que cada decisión comporta.

Creemos que elegimos libremente cuando muchas veces existen razones soterradas, que nos empujan. Para muestra un botón:

Tengo una amiga que se separó hace unos cuantos años. Desde entonces no ha vuelto a tener relaciones. Al principio estaba convencida de que se sentía cómoda sin tener un hombre a su lado; decía que ya estaba harta de tener que consensuar y negociar, que desde que estaba sin pareja no tenía que dar explicaciones a nadie. Con el paso del tiempo, fue reconociendo que su libido, aun a pesar de haber terminado el duelo hacía tiempo, seguía “dormido”. No sólo no tenía pareja estable, sino que no tenía ningún tipo de relaciones esporádicas. Aquí fue cuando empezó a dudar de que su planteamiento fuese acertado: ¿Cómo puedo decir que no quiero pareja cuando una parte esencial de la relación es el sexo y actualmente ni siquiera me apetece? ¿Hay algo en mí que impide que tenga deseo? ¿Qué me está pasando con esto? ¿Si sintiese deseo qué sucedería?

Esta última pregunta fue clave para ella: “Si sintiese deseo saldría al mundo en busca de satisfacción y entonces como heterosexual buscaría un hombre y…” Se dio cuenta del miedo que la embargaba. Miedo a volver a empezar; miedo a enamorarse y no ver al hombre realmente como era, con lo que pasado un tiempo, quizás, tuviese que aceptar que no era el hombre que buscaba; miedo a no saber cómo gestionar la relación; miedo a la ruptura… Miedo, porque sí quería una pareja pero no se atrevía.

Su decisión no era tan libre ni tan independiente. Cuando existe algún tipo de bloqueo, cuando algo que en circunstancias sanas funciona de un modo determinado y no sabemos por qué dejó de hacerlo, es un indicativo claro de que algo oculto está trabajando.

No es cuestión de dudar de todo lo que decidimos, simplemente se trata de intentar estar atentos. Aunque nos cueste reconocerlos a causa de nuestros bloqueos, siempre existen indicios que nos alertan. 

Fotografía cedida por mi amiga Rosa Nárvaez. Gràcies.

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o por correo electrónico.

La tienda de la verdad.

 

Extraído del libro Shimriti de Jorge Bucay.

 

El hombre paseaba por aquellas pequeñas callejuelas de la ciudad de provincias. Como tenía tiempo, se detenía unos instantes ante cada escaparate,ventanas delante de cada tienda, en cada plaza. Al girar una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco. Intrigado, se acercó y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate…Pero en el interior sólo vio un atril que sostenía un cartel escrito a mano.

El anuncio era curioso:

Tienda de la verdad

El hombre, sorprendido, pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entonces entró y, acercándose a la señorita que estaba en el primer mostrador, preguntó:

-Perdón, ¿es está la tienda de la verdad?

-Sí, señor. ¿Qué tipo de verdad está buscando? ¿Verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa…?

Pues sí, allí vendían verdad. Él nunca se había imaginado que esto fuera posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad. Era maravilloso.

-Verdad completa – contento sin dudarlo.

“Estoy cansado de tantas mentiras y de falsificaciones – pensó – No quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni fraudes”.

-¡Verdad plena! – ratificó.

-Perdón, ¿el señor ya sabe el precio?

-No, ¿Cuál es? – contesto rutinariamente, aunque en realidad él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.

-Mire: si usted se la lleva – dijo la vendedora -, posiblemente durante un largo periodo de tiempo no pueda dormir del todo tranquilo.

Un frío recorrió la espalda del hombre, que pensó durante unos minutos. Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto.

-Gracias y disculpe… – balbuceó finalmente, antes de salir de la tienda mirando al suelo.

Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los que refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.

“Quizás más adelante…”, pensó, intentando mitigar la vergüenza que le daba su propia cobardía…

 

Piensa en ello, si quieres…

Iluminación

 

 

luzAl final del primer año de mi formación en Terapia Gestalt, uno de los conflictos a los que tuve que enfrentarme fue la aceptación de que los terapeutas, los formadores, esas personas que miraba con admiración, eran al igual que yo personas con problemas y dificultades. Durante varios meses me sentí defraudada, estafada y engañada. Era como si de golpe la idílica, bucólica y utópica fantasía de que todo podía ser mejor se hubiese desmoronado; de un manotazo la ilusión de convertirme en alguien diferente se había destrozado tan fácilmente como un castillo de naipes.

Había iniciado hacía ya un tiempo mi proceso de crecimiento personal. Hacía terapia individual, me apuntaba a diferentes talleres y cursos, es decir, ya conocía algo del tema, sabía, o al menos creía saber, bastantes cosas al respecto. Incluso intelectualmente podía entender que “ellos” no eran diferentes ni perfectos, pero hasta que no conseguí vivenciarlo, verlo, sentirlo, palparlo, no fui capaz de aceptarlo plenamente. Un pequeño roce con uno de ellos hizo que la admiración desmesurada se convirtiera en una decepción también mayúscula. ¿Cómo podía ser que esta persona se comportara de este modo?

Les había idealizado y me costaba aceptar la realidad.

Los terapeutas, como el resto de seres humanos, tenemos nuestro carácter y vivimos épocas dulces y amargas. Como todos, podemos ser descorteses y maleducados, egoístas, presuntuosos, manipuladores, envidiosos… Pero procuramos aceptarlo, intentando darnos cuenta de cuándo nuestro yo menos sano aparece, minimizando en lo posible su efecto. Es decir, amamos, nos casamos y nos separamos. Tenemos hijos o padres conflictivos. Cometemos desaguisados y equivocaciones. Eso sí, procurando levantarnos una y otra vez para que la próxima ocasión sea mejor que la anterior.

No es la primera vez que hablo de esta parte humana del terapeuta (ver “Pequeñas cosas”) aunque quizás, hasta este post, habían sido más bien apuntes o retazos que aparecían formando parte de otro tema.

Esta vez quiero hacerle clara referencia, quiero recordar y hacer hincapié en esta falsa iluminación que muchos clientes creen ver en nosotros. Bien es cierto que, al iniciar un proceso con un nuevo cliente, no suelo contarle casi nada sobre mí. Con el tiempo, y si creo que puede serle de ayuda, puedo hacerle partícipe de alguna de mis experiencias, contarle un poco de dónde vengo para que pueda de algún modo visualizar una luz al final del túnel.

A veces se me olvida que tan solo le estoy mostrando una parte de mí misma, me resulta tan evidente que no estoy iluminada, tengo tan claras algunas de mis deficiencias y conflictos que olvido que la persona que está frente a mí no puede verme completa. Soy como la luna, con una cara oculta, no por voluntad sino por perspectiva.

Otras veces, como hoy, me hago la pregunta de si este no mostrarme tiene algo que ver con satisfacer un poquito, solo un poquito, mi ego. ¿Me gusta acaso que me miren con un cierto deje admirativo? ¿Hasta qué punto es cierto que no me doy cuenta de lo que pasa y de lo que puede imaginarse la persona que está ante mí?

Aquí está mi parte más humana y menos iluminada, esa parte que me hace seguir anclada al suelo y darme cuenta de que no estoy mejor, ni sé más, simplemente ando un poco por delante. Y este andar por delante no significa una puntuación más alta, no es algo favorable en el sentido de hacerme más merecedora de respeto o admiración, sino que humanamente me hace seguir trabajándome con más herramientas.

Hace poco, con un cliente con el que llevo un tiempo trabajando, elaborando una situación terminé explicándole cómo yo estaba actualmente gestionándome un conflicto. Me escuchó maravillado, casi alucinado, verbalizando al tiempo: “Creía que estabas mejor”. Al terminar de decirlo, estallo en un ataque de risa. Sentí, que mostrar mis pequeñas miserias le había hecho tanto bien como mostrarle en otras ocasiones mis avances.

Es bueno recordar que todos convivimos dentro del mismo cesto. Para nosotros los terapeutas para bajarnos el ego y para los clientes para subirlo.

Un oncólogo puede ayudar a sus pacientes a sobrellevar, curar o suavizar un cáncer, pero eso no le exime de desarrollar uno. Los terapeutas podemos ayudar a nuestros clientes porque, aun a pesar de tener una parte de nosotros que emocionalmente se une a ellos, sigue existiendo la parte objetiva que nos permite acompañarles. Mi parte objetiva se minimiza cuando de mí misma se trata, por eso, por mi bienestar y por el de las personas que acompaño, sigo trabajando en compañía de otros profesionales, tanto en grupo como individualmente, mis partes todavía oscuras.

Porque al igual que la luna, pocas veces un cliente ve “mi cara oculta”.

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o por correo electrónico.