Cuando me planteé escribir este artículo, me apareció en primer lugar la necesidad imperiosa de levantar una lanza a favor de todas las mujeres que durante mucho tiempo hemos tenido que escuchar y soportar la creencia de “las mujeres cuando dicen no, quieren decir sí”.
Como en muchos aspectos de mi vida, de entrada siempre me aparece la rebeldía y la queja; posteriormente, gracias al tiempo invertido en conocerme y aceptarme (vamos, a los años de trabajo y crecimiento personal), sin esfuerzo se hace figura la razón genuina donde se sustenta el deseo de abrazar este tema: existe verdaderamente un decir “no” cuando muy interiormente es el “sí” quien quiere hacer acto de presencia y su manifestación es más evidente para el que lo escucha que para el que lo está diciendo. Eso sí, esta actitud no es exclusiva de las mujeres aunque en ciertos temas podría ser más habitual.
Ya he explicado alguna vez que la sincronicidad es algo habitual en mi vida, actualmente este es uno de los temas en los que se hace patente. Últimamente me aparecen situaciones, personas en consulta, lecturas, películas que me hablan del tema. Por este motivo, cuando un aspecto se hace constantemente figura en mi vida, he aprendido a tomármelo en serio y explorarlo más detenidamente.
Adentrándome en él y sin esfuerzo, veo claramente que el miedo es la emoción básica que rige la mala gestión de esta polaridad.
¡Cómo no! ¡Don Miedo, el gran protagonista!
– El SÍ se apoya en las ganas de cumplir el deseo. No importa ahora mismo hacia quién o hacia qué, lo fundamental es esa aspiración, pretensión, avidez, sueño o apetencia que se tiene.
– El NO se asienta en el miedo a conseguirlo o satisfacerlo ya que alguna o algunas experiencias anteriores han sido difíciles de gestionar o nos han proporcionado gran dolor y conflicto.
El dolor ha sido tan grande que la única manera que nuestro YO cree tener para seguir adelante es bloquear el deseo y olvidarse conscientemente aunque, naturalmente, resulta imposible borrarlo completamente; permanece encubierto, aparentemente aletargado, esperando una oportunidad.
Hay una parte de nosotros que sigue luchando por conseguir lo anhelado, en un lugar oculto, escondido y difícil al que llegar si no queremos. Sin embargo, la energía que desprende atraviesa el velo con el que lo cubrimos y se hace sentir en el otro. Somos como aquel niño que se tapa los ojos mientras dice convencido: “no estoy”.
Al principio, el bloqueo puede ser tan profundo que cualquier situación que pudiese desencadenar su consecución es totalmente evitada, la fuerza nos empuja a decir con mucho convencimiento: “Esto no es lo que quiero, no me hace falta, estoy bien sin ello”. Nos posicionamos, reafirmamos y seguimos adelante sin detenernos.
Con el paso del tiempo, la parte oculta, el deseo escondido y no aceptado va cogiendo más peso, se hace más imperioso, ansioso, hambriento. Empieza a buscar las grietas de su cárcel y de manera sutil, casi imperceptible, gana terreno. Energéticamente empieza a hacerse presente. Se inicia el juego.
En este momento quizás no se busca la situación que nos podría llevar a la satisfacción, sin embargo, nuestra energía clama y el universo responde poniendo delante una circunstancia que lo facilitaría. Aparentemente, se sigue diciendo un no, aunque las acciones que lo acompañan pueden hacer dudar al respecto: frases con dobles sentidos, acciones dudosas, incapacidad para poner ciertos límites. Se busca de una manera inconsciente la confirmación de que eso sería posible y, sin embargo, nos da miedo llegar a conseguirlo.
Hombres y mujeres que se relacionan parecen querer estar juntos y, de golpe, uno de los dos desaparece asustado: ¿Qué ha pasado? ¿He hecho algo?
Hombres y mujeres que seducen en la distancia, que fomentan el acercamiento hasta que puede llegar a algo más y entonces se alejan. Información ambigua, que es difícil de interpretar: ¿quieres o no quieres?
Es en las relaciones personales donde se da más este tipo de dualidad, en otros aspectos de nuestra vida solemos ser más conscientes de esa incapacidad de ir hacia lo que queremos. En el aspecto relacional, al ser algo tan nuclear y tan básico para el ser humano, es más difícil, necesitamos negárnoslo para impedirlo.
Podemos sobrevivir sin amor ni sexo, pero solo eso, sobrevivir. Las personas que viven con ese terror a la intimidad suelen estar inmersas en una tristeza constante.
Puede ser que en algún momento sientas que te metes en situaciones que no has buscado, o que malinterpretan tus acciones o palabras o te digan que no te aclaras, en lugar de darle una connotación negativa, párate, date cuenta de que algo se está despertando en ti y agradece la ambigüedad, ya que es síntoma de que buscas el equilibrio y ahondar en ese camino será la sanación. Busca ayuda y alégrate de estar despertando.