Tag Archives: apego

Duele

 duele

Cuando una relación de pareja termina duele, no importa si la vida en común era un completo desastre o sólo insatisfactoria. Cuando por fin decidimos ponerle fin, algo se rompe en nuestro interior y produce un dolor profundo y sordo que nos acompañará durante mucho tiempo, más prolongado para unos que para otros, según nuestro carácter, según si nos lo dejamos sentir o por el contrario lo obviamos.

Incluso, cuando crees tener superada la situación, haber terminado el duelo, llorado lo habido y por haber y estás convencido de que ya no hay nada entre los dos, sólo hace falta que alguien te comente o le veas por la calle o caiga en tus manos una foto (¡ay, cuánto daño hace Facebook!) en la que esté con su nuevo amor, para que tu estómago dé un vuelco y la angustia se presente nuevamente para hacer estragos.

¿Acaso eso significa que aún le quiero?

Y si le quiero, ¿me duele que sea feliz?

Esta es la gran equivocación, nadamos en un agua turbia que nos obnubila, nos confunde y nos arrastra a deducciones equivocas.

¿Qué significa querer? Amar, tener cariño, voluntad o inclinación a alguien o algo.                                                                        

¿Y amar?  Tener amor a alguien o algo.

¿Y amor? Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.                                                                                               

Llegados a este punto, ¿si quiero, si amo a alguien no sería lo más lógico desearle lo mejor? Entonces, ¿será que no le amo? ¿Qué me duele, molesta, o hiere? ¿Que sea feliz?

¿Acaso dependerá de cómo yo me sienta o de si tengo pareja o no, lo que siento hacia él o ella?

Sería quizás conveniente para nuestro bienestar, antes de sacar conclusiones precipitadas, hacernos estas u otras preguntas parecidas al respecto. Sería bueno darnos cuenta de cómo nuestro afán de felicidad nos vuelve mezquinos y egoístas, deseando arrastrar a ese alguien a quien tanto quisimos en un tiempo no tan lejano a un lodazal para ahogarlo en él.

Frases tan horribles como “si no eres mía, no serás de nadie”, “esa mala bruja me lo ha quitado”, “después del daño que me ha hecho, no se merece nada” u “ojala le deje” no son fruto del amor, sino de nuestra herida de abandono.

La mayoría de nosotros deseamos una feliz y eterna vida de pareja. Deseamos que el loco enamoramiento perdure para siempre, que la cotidianeidad y la rutina no haga nunca estragos en nuestra relación y que la fluidez marque nuestra conexión. Aunque esto es un maravilloso e irreal cuento de hadas.

La vida en común es un trabajo constante, la ligazón se consigue gracias al contacto continuo, la unión a base de solventar situaciones difíciles, el acoplamiento al movimiento incesante de coger y ceder. Las parejas que perduran más tiempo juntas son aquellas que han aprendido a respetar sus individualidades; son tenaces y realistas, saben que para transitar por un camino de rosas hay que moverse entre espinas.

Cuando nuestras exparejas rehacen su vida amorosa antes que nosotros, debemos aceptar que el dolor que sentimos no tiene nada que ver con el amor hacia ellos, simplemente es un deseo egoísta por no tener nosotros todavía pareja o porque nos gustaría seguir siendo el centro de su mundo. Ambas cosas nos regalarían el ego. Son falsas ideas acompañadas de sentimientos vanos.

Doler, dolerá, pero es bueno no hacernos caso, darnos cuenta de lo neurótico que es a veces cierto tipo de “deseo o amor” y, si lo aceptamos, más fácilmente de lo que creímos, la angustia desaparece.

Foto cedida por mi amiga Anna Arroyo. Gracias.

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o por correo electrónico.

Celos


Recuerdo una vez, siendo adolescente, que una amiga me preguntó si yo no tenía celos de las chicas con las que se relacionaba mi pareja. Ante mi negativa (falsa por cierto, porque con el tiempo me descubrí, en muchos aspectos, celosa y posesiva en importantes dosis) me sorprendió respondiéndome que eso quería decir que en el fondo no le quería: “porque si le quisieras, le querrías sólo para ti”.

celos¡Ándale con la sentencia!

Lo espeluznante es que hay una parte importante de la población que así lo cree. Hay personas que aún son del parecer de que una cierta dosis de celos es necesaria en la relación amorosa, que su ausencia significa desamor, que estar realmente enamorado implica sentirse un poco mal cuando hay que compartir a la pareja, ya no a nivel sexual (la infidelidad o libertad sexual serían temas de los que hablar más extensamente) sino en cuanto a sus intereses y amistades. No hablan de esos celos patológicos que acarrean finales desgraciados, sean ya malos tratos o asesinatos (tanto de la pareja como de los hijos por venganza); hacia esos, a los que consideran “de distinta clase”, sienten verdadera aversión y pánico. Sin embargo, la base donde se enraízan es la misma: la posesión, el apego.

Cuando consideramos algo como “nuestro” podemos pelear para recuperarlo o enfadarnos si imaginamos que lo estamos perdiendo o nos lo están robando, incluso vengarnos si nos sentimos gravemente ofendidos y dañados. Las emociones pueden ofuscarnos y desatarse en forma de dañina vorágine.

La verdadera cuestión no es el grado en que soy o dejo de ser celoso. Si simplemente acribillo a mi pareja a preguntas insidiosas cada vez que creo, intuyo, imagino o incluso sé ciertamente que ha compartido su tiempo con otras personas (no sólo del sexo opuesto) puedo intentar convencerme de que no pasa nada. Si le hago malas caras y le castigo con el látigo de mi indiferencia o le mantengo a “pan y agua” (léase sin relaciones sexuales) por su “supuesto” alejamiento de mí, también podría creer que es “lógicamente” razonable. Sin embargo, es terriblemente dañino e insano, no hace falta llegar a los extremos para perjudicar a alguien, incluido yo mismo.

Cuando la relación de pareja se convierte en una esclavitud, cuando uno de los dos pierde su individualidad, sacrifica sus deseos, amistades e intereses para conseguir la tranquilidad emocional del otro, realmente algo verdaderamente enfermizo y terriblemente pernicioso sucede.

El verdadero amor es desinteresado y, aunque bien es cierto que ninguno (al menos que yo conozca) es tan puro como para no desear ser correspondido y sentirse pleno simplemente por dar, también es verdad que el amor más sano, dentro de nuestra imperfección, es aquel en el que nos sentimos satisfechos por saber que, aun a pesar de sus diferentes intereses, amistades, aficiones o proyectos, esa persona está a nuestro lado.

Cuando los celos, en mayor o menor grado, hacen su aparición, lo único que realmente están reflejando es que hay en ti una carencia que pretendes llenar con ese “alguien” al que llamas “mío”. Si tienes la necesidad de poseer para sentirte satisfecho, si los pensamientos se te disparan cuando tu pareja se aleja y aun a veces estando juntos imaginas que algo pasa, empieza a ser hora de que aceptes tus inseguridades y vuelvas la mirada hacia tu interior.

Los celos no son sanos y, aunque puedan ser más o menos habituales según su intensidad, no es conveniente acomodarse a satisfacerlos.

 

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o correo electrónico.

Codependencia- artículo de Krishnananda

 

Krishnananda, utiliza  el término codependencia como sinónimo de dependencia emocional y en este artículo nos habla de ello.

Para quien no le conozca, os recomiendo su libro: “De la codependencia a la libertad”

Camino

“Todos deseamos amar, pero generalmente no queremos experimentar el lado sombrío del amor. Lo que significa que no comprendemos lo que realmente significa amar. En los comienzos de una relación hay una cima, una excitación que suele decaer abruptamente cuando comienza la vida en común.

La mayoría de nosotros acarreamos profundas heridas de vergüenza, inseguridad y miedo. Vivimos en la desconfianza y al mismo tiempo tenemos una gran necesidad de amar y de ser amados. Volcamos estas heridas en nuestras relaciones, la mayor parte de las veces de forma inconsciente, y entonces actuamos desarrollando estrategias, demandando, evitando, creando conflictos, estando en desacuerdo e incluso traicionando o sintiéndonos traicionados.
Es como si camináramos por un campo lleno de minas, y nuestras heridas son como agujeros en los que podemos caer. Si transitamos este camino estando completamente ciegos, cuando nos encontramos con estas dificultades estas generalmente destruyen nuestro amor. Por ejemplo, más tarde o más temprano, caeremos en la herida de la traición. Algo puede suceder en nuestra relación que nos hace sentir que ya no podemos volver a confiar en la persona con la que estamos. Ella ha hecho algo que de repente nos hace dar cuenta que no es tan “confiable” como creíamos.

O tal vez, esa persona comienza a ser diferente a lo que habíamos imaginado, comenzamos a ver que no es tan fiable u honesta, le falta integridad, o no está con su mejor energía, o está cerrada, no disponible, o está demasiado aferrada o claramente demandante. Entonces nos sentimos traicionados.

No podemos cambiar el hecho de que en algún momento nos sentiremos traicionados. Pero lo que sí podemos cambiar es nuestra actitud ante el sentimiento de traición. Podemos darnos cuenta de que esas experiencias, aunque dolorosas, son oportunidades increíbles de crecimiento y aprendizaje de lo que realmente significa amar.

El problema es que solemos entrar en una relación llenos de expectativas, nos demos cuenta de ello o no. Una vez alguien nos preguntó a Amana y a mí en un taller si no era natural tener expectativas sobre la otra persona en cierta medida. Le respondimos que cada uno puede esperar del otro todo lo que quiera, pero que la única expectativa que se mantiene a flote es la de que la otra persona sea quien realmente es en su totalidad. Cuando entramos en una relación, la mayoría de las veces, no vemos a la otra persona tal cual es.

Lo que hemos visto y probablemente seguimos viendo en el otro es lo que queremos ver, es decir, algo que encaje en nuestras fantasías y deseos. Luego entramos en desacuerdo y nos sentimos traicionados. Entonces caen duramente nuestras fantasías e ilusiones y se produce una pequeña muerte.

Uno de los agujeros más profundos en las relaciones sobreviene alrededor de la sexualidad. Al principio solemos tener una sexualidad apasionante y viva, pero cuando comenzamos a aproximarnos nos volvemos más vulnerables, y es entonces cuando las heridas enterradas profundamente comienzan a salir a la superficie y esto suele afectar nuestra sexualidad. Muy a menudo, perdemos la libertad inicial y desesperadamente tratamos de todas las maneras de volver atrás.

Pero la profundidad dentro de una relación hace que la vergüenza, los miedos y las disfunciones salgan a la superficie. Si no llegamos a comprender esto, y no creamos un espacio para compartirlo e incluirlo dentro del marco del amor, uno o ambos integrantes de la pareja se hundirán en sus propios sentimientos de vergüenza y traición.

También encontramos problemas cuando una persona quiere más atención, proximidad, comunicación y conexión mientras que la otra ansía mayor libertad. De lo que no solemos darnos cuenta es que estos deseos-necesidades en realidad están reflejando heridas de abandono de nuestra infancia. Cuando nos acercamos realmente a otra persona, estas heridas se disparan y entonces comenzamos a actuar con rabia, creando conflictos e hiriéndonos mutuamente.
Con más comprensión, sensibilidad, respeto y conciencia, podremos aprender a dar al otro lo que él o ella necesitan, mientras también estamos siendo sensibles a nuestras propias necesidades. Una relación profunda y comprometida nos provee del mejor espejo para vernos a nosotros mismos y nuestras heridas, nuestras disfunciones y actitudes negativas. Y también nos da la mejor oportunidad posible para cambiar, para crecer y para aprender qué es realmente el amor”.

 

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o correo electrónico.

Las emociones inútiles.


Existen dos emociones inútiles en nuestras vidas: la culpabilidad y la preocupación; aunque parezcan distantes, si te fijas atentamente, están interconectadas. Te diría más: son los extremos opuestos (polaridades) de una misma situación.

PreocupaciónLa culpabilidad se da cuando despilfarramos los momentos presentes al estar enganchados a una situación pasada, mientras que, la preocupación sería olvidar el presente por una intranquilidad hacia lo que sucederá en un futuro, sería como sentirte culpable por algo que aún no ha sucedido.

Ambas situaciones tienen en común la desconexión con el presente, con lo que realmente está sucediendo aquí y ahora; ambas, también, son situaciones sobre las que no tienes ningún control. Por muy mal que te sientas, no podrás alterar lo que sucedió y, por mucho que te intranquilice, la situación futura será como debe ser, no cambiará a causa de tu inquietud.

La culpabilidad y la preocupación son, quizás, las dos formas más comunes de angustia de nuestra cultura. ¿Qué podemos hacer para evitarlas?

Respira: No esas pequeñas inspiraciones que sueles hacer para sobrevivir. Expulsa todo el aire de tus pulmones y empieza un ciclo de respiraciones conscientes. Haz respiraciones abdominales, es decir, llena en primer lugar tu barriga y luego el pecho; para expulsarlo, sigue el camino inverso. Si persistes un poco, te calmaras.

Relativiza: Nada de lo que hayas podido hacer o puedas llegar a hacer es tan horrible. Todos cometemos errores, revísalos, aprende de ellos y sigue adelante. De los errores se aprende, de los aciertos nunca.

Suelta: Para soltar una situación es necesario prestar atención a lo que realmente sucede en ese momento inmediato. Fíjate en todo lo que te rodea, como objetos o personas; céntrate en ellos, obsérvalos realmente. Si se trata de una entrevista, de un examen o de cualquier cosa en la que hayas de intervenir, prepárala lo mejor que puedas y luego olvídate; sigue con tu día a día. Al principio te costará un poco pero, como todo en esta vida, la fluidez se adquiere con la práctica.

Prémiate: No te castigues. Siempre hay algo por lo que sentirse satisfecho. Diviértete, te lo mereces.

Ya conoces lo que es estar mal.  Intenta cambiar. ¿Qué puedes perder?

 

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o correo electrónico.

Cerrando ciclos

(Texto atribuido a Paolo Coelho)

ciclos

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los por qué, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.

Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.

Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentamente, envenenarte y amargarte.

La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando “puertas abiertas” por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones? , ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.

Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.

Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Por eso cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.

Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!

 

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto, puedes contactar conmigo por teléfono o correo electrónico.