“Juego de Tronos” y “El juego de Ender” son los dos libros que hoy tomo como punto de partida. ¿Cuál es el motivo que me impulsa a escribir sobre ellos? Aun a pesar de que quizás no los hayáis leído no os resultarán desconocidos; el hecho de haberse convertido en teleserie uno y en película cinematográfica el otro hace que su temática resulte familiar.
A pesar de sus múltiples diferencias, lo que más me llama la atención son sus similitudes y la asociación que generan en mí en relación con la educación y nuestro sistema de vida.
¿Qué creo que tienen ambos en común que los aúne? Podría empezar por los aspectos más evidentes:
1) Libros convertidos en películas, aspecto obvio y ya indicado, pero no por ello desdeñable.
2) Sus títulos contienen la palabra “juego”. Me parece conveniente detenerme aquí un poco, ya que es uno de los aspectos interesantes.
Observad algunas de las acepciones de esta palabra:
“Ejercicio recreativo sometido a reglas, y en el cual se gana o se pierde”
“Disposición con que están unidas dos cosas, de suerte que sin separarse puedan tener movimiento; como las coyunturas, los goznes, etc.”
“Habilidad o astucia para conseguir algo”
A pesar de que en “El juego de Ender” queda claramente reflejado en la trama la presencia de un juego lúdico, su importancia va mucho más allá de la que pueda tener cualquier distracción o pasatiempo. Por tanto, en ambos casos me inclino a aceptar como más válidas cualquiera de las otras dos opciones.
3) Los protagonistas infantiles o adolescentes juegan un papel tan importante y decisivo como los mismos adultos.
4) Los niños protagonistas no pueden desarrollarse y crecer según su edad, más bien al contrario: son empujados a madurar y a la realización de tareas de adultos.
5) Lo desconocido, ya sean los habitantes de “más allá del muro”, “los caminantes blancos” o “los insectores”, representa un peligro (con o sin fundamento) que hay que eliminar.
6) No hay adultos que ayuden a que las capacidades de los chicos se desarrollen libremente, en el caso de Ender se intenta manipular y obviar su telepatía. En el caso de Bran y el cuervo negro, se ve obligado a buscar respuestas sólo junto con otros menores y un adulto deficiente.
Como me suele pasar, me resulta difícil no encontrar las evidencias para relacionarlo con todo lo que nos rodea. Los niños son utilizados en ambas novelas como instrumentos para obtener el poder, ya sea mediante bodas, ya sea mediante la manipulación genética. La educación que reciben va encaminada a ese único objetivo: preservar o aumentar el estatus de sus familias o el de “la humanidad”. Y nosotros, al igual que en ambas obras, seguimos dando una educación a nuestros descendientes que busca proteger o salvaguardar un tipo de sociedad obsoleta.
Afortunadamente, los movimientos progresistas, tanto en educación como en cualquier otro ámbito social, están empezando a coger fuerza y, aunque su presencia social sigue siendo bastante marginal, cada vez somos más los que creemos y luchamos por un cambio.
Nosotros y algunos de nuestros infantes todavía hoy son educados bajo unos conceptos vetustos que buscan mantener un tipo concreto de sociedad, al igual que en El juego de Ender, no se escucha ni se da opción a los verdaderos interesados, a aquellos que deberán vivir en ese futuro que se está forjando. No les estamos proporcionando las herramientas para poder tomar sus decisiones y crear la sociedad que prefieran, simplemente se les fuerza a seguir manteniendo un estatus que beneficia a una parte envilecida y embrutecida de la sociedad, la del poder político y económico.
Nuestros monstruos no son “los insectores”, ni “los caminantes blancos”, pero sí todos aquellos de “más allá del muro”, siendo el muro esta cultura occidental y patriarcal que sigue fomentando y alimentando la discriminación y el racismo de cualquier tipo.
Ayudemos a nuestros hijos a crear su futuro, dejemos libre su imaginación y su creatividad para que puedan y decidan cómo quieren vivir.