Desde hace un tiempo, estoy trabajando tanto a nivel individual como en consulta con los sueños. Cada vez me resulta más gratificante dar espacio a “esta parte de mí misma que me conoce más que yo”; he tomado prestada esta frase de mi maestro Jaume Cardona, ya que considero que refleja claramente lo que el sueño representa.
Es ese aspecto de nosotros mismos que escapa a nuestra capacidad de manipulación; los sueños nos muestran, con su propio lenguaje, los temas emergentes, los que realmente nos mueven y nos preocupan, sin engaños ni subterfugios. Es esa parte de nosotros que escapa al control consciente y, por tanto, está exenta de prejuicios, enfrentándonos a lo que hay, tal cual es. Por tanto, no sólo hace evidente lo que en ocasiones nos obcecamos en no ver, sino que a la par y precisamente debido a ello, nos da pistas o señales evidentes de por dónde poder desenredar el conflicto.
Esta es una verdad indiscutible; nosotros los terapeutas simplemente somos los facilitadores, los ayudantes, los compañeros de camino. Realmente cada uno tiene en su interior tanto las preguntas como las respuestas, simplemente hay que conseguir llegar a ellas.
Hay personas que tienen una gran facilidad para recordar sus sueños, otras, como yo, hemos pasado años prácticamente sin acordarnos de ninguno o, al menos, sólo teniendo conciencia de algunos muy impactantes de manera esporádica.
Durante algún tiempo me sentí profundamente preocupada porque creía que era muy significativa esta ausencia: son resistencias a ver, a explorar, a enfrentarme a lo que hay. Cuanto más me preocupaba y más anhelaba su aparición, más se resistían los sueños a hacer acto de presencia.
Una de las técnicas para favorecerlos y, al mismo tiempo, rescatarlos, es tener siempre en la mesilla de noche un cuaderno y un bolígrafo para, en cualquier momento de la noche en que seamos conscientes de haber tenido un sueño, poderlo plasmar para más tarde trabajar en él, ya que, si postergamos su escritura, la mayor parte de las veces los perdemos. Revisando mi cuaderno, he podido constatar que, desde que decidí investigar en mi mundo onírico, su periodicidad es constante y tan sólo ha sido alterada por mi exigente angustia de más. Dígase de otro modo, cada vez que me pongo estricta e inflexible considerando que debería ser consciente de ellos más a menudo, entro en un estado de rigidez y bloqueo, que me impide dejarme funcionar libremente sin condicionamientos. Además, ¿quién dice cuál es la periodicidad normal o “correcta” de soñar?
Hubo un momento de máxima crisis en que mi bloqueo podría, metafóricamente hablando, visualizarse como la Alemania dividida por el muro de Berlín: mi conciencia por un lado, mis sueños por el otro. Justo en esa época, encontré (afortunada y oportunamente) un libro del terapeuta gestaltista francés Serge Singer, en el cual decía que los sueños realmente significativos se hacen conscientes sin que ninguna de nuestras resistencias pueda impedirlo. La aceptación de que ante una situación, emoción o sentimiento extremadamente urgente de solucionar, o al menos de prestarle inminente atención, mi cuerpo (entendido este como la globalidad de mi organismo: mente, cuerpo e instinto) tenía su propio mecanismo de seguridad para activarme, consiguió echar abajo los ladrillos que mi “voluntariosa” exigencia había edificado.
Hay quien cree que el trabajo con los sueños es como las tiradas de tarot o como consultar a un oráculo: yo sueño, ellos interpretan. Vamos, que nuestro trabajo es totalmente pasivo, el famoso inconsciente elabora la vivencia y alguien o algo exterior se encargará de resolver el acertijo, con lo cual nuestra responsabilidad al respecto es completamente nula. Es lo mismo que hacen ciertas personas cuando asisten a terapia, vienen a ponerse en manos de “ese otro”, considerado experto, que “HA” de saber qué hacer y cómo para sanarles.
Todos hemos oído hablar de los arquetipos (Imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forman parte del inconsciente colectivo) y sabemos de la existencia de diccionarios de símbolos, pero aun a pesar de que hay puntos comunes o personajes u objetos que tienen un significado básicamente parecido para todos, cada uno de nosotros dotamos de sentido particular cada acción, objeto o individuo que aparece en nuestro mundo onírico. Nuestra individualidad no puede seccionarse y obviarse, por tanto, nuestra impronta especifica marca al sueño de significación concreta y ese contenido es el que cada uno de nosotros, única y exclusivamente, podemos encontrar.
El terapeuta (la tirada del tarot, el oráculo o el compañero de viaje que decidas escoger) puede acompañarte en el proceso, pero el camino es todo tuyo.
Machado lo escribió y Serrat lo cantó: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Fotografía cedida por mi amiga Rosa Narvaez. Gracias