Lo que nos toca vivir
Nos ha tocado vivir una gran crisis social y andamos todos revueltos ante semejante situación. Nos quejamos de los políticos, de los empleos, de los vecinos y de las parejas. Vamos pidiendo responsabilidades y explicaciones, esperando con ello apaciguar el malestar en el que nos hayamos inmersos.
¿Pero cuántos de nosotros nos planteamos seriamente hacer algo para cambiar la situación? Nos quejamos y seguimos sentados en nuestro mullido sofá, como mucho salimos en manifestación pero, si se pone fea, nos vamos rápido, no sea que salgamos malparados. Yo misma me he sorprendido diciéndome: “al fin y al cabo son los jóvenes los que deben movilizarse, les toca, son el futuro”. ¿Y yo, qué soy yo? ¿Qué influencia, fuerza, responsabilidad tengo yo?
Lo que está sucediendo en el mundo no es nada más ni nada menos que un reflejo de lo que sucede dentro de nosotros mismos. Siempre estamos proyectando, echando las culpas fuera y esperando que las soluciones nos vengan dadas en lugar de luchar y esforzarnos por conseguir eso que tanto anhelamos.
Que si la individualidad, que si el capitalismo, que si el poder corrompe… Aunque si tengo trabajo, tengo dinero y tengo un alto cargo no me parece tan malo todo lo anterior.
El ego galopa suelto, desenfrenado y desbocado. No podemos sostener las riendas de la sociedad si somos incapaces de agarrar las propias. Durante la infancia, nuestras bridas están en manos de nuestros padres y, conforme vamos creciendo, en lugar de empuñarlas las soltamos en manos de cualquiera, intentando convencernos de que eso es lo más conveniente aunque, cuando las cosas no salen como soñamos, optamos por gritarle al viento en lugar de hacernos cargo de que eso es lo que permitimos.
Mientras estemos compitiendo unos contra otros nada se va a solucionar pero, incluso antes de proyectarnos hacia fuera, de aceptar que somos parte de ese todo y la responsabilidad que eso comporta, es necesario que cada uno se haga cargo de su propia vida.
Conócete a ti mismo, no delegues el manejo de tus sentimientos, de tus proyectos (sean estos cuales sean), hazte cargo de lo que haces y de lo que depositas en otras manos, date cuenta de cuándo y acepta que la confianza ciega puede proporcionarte resultados que no te agraden.
El bien común empieza en ti, en favorecer tu bienestar integral. Cuídate de manera global, escúchate: si te duele una parte del cuerpo, es el organismo entero el que se está quejando. El síntoma es tan sólo la evidencia de que hay algo que no funciona y ese algo eres tú. Tú eres un TODO, incapaz de separarse en porciones.
La sociedad somos todos, imposible separarla en clases, castas o estatus. La cooperación social es el resultado de aceptar que todos somos parte de algo más grande, al igual que mi pie no es sólo un pie, sino una parte de mí misma.
Deja de quejarte, acepta el reto.