Narrativa
Lo importante no es lo que nos pasa si no lo que contamos que nos pasa.
He tomado prestado el término “narrativa” de la terapia sistémica que, a su vez, lo extrajo del Movimiento posmoderno (que apareció a mediados del siglo pasado en oposición a la corriente ideológica modernista), pues me parece una forma muy apropiada de explicar lo que nos sucede.
La narrativa es un género literario, una manera de escribir o contar una historia, caracterizado por ordenar temporalmente una serie de eventos que son significativos para el narrador.
La terapeuta sistémica Harlene Anderson, expone que el conocimiento es una construcción social y un producto de intercambio social. Por tanto, los significados que atribuimos a las cosas, los acontecimientos, la gente y a nosotros mismos son el resultado del lenguaje.
Aunque, en este texto, me interesaba profundizar un poco más en la poderosa fuerza que posee nuestra propia narrativa (ver artículos relacionados con la fuerza del lenguaje “Estoy bien de salud” y “Yo soy”); sobre cómo lo que nos decimos y cómo nos lo decimos nos condiciona.
El pensamiento narrativo consiste en contarse historias unos a otros y a uno mismo; al narrar estas historias vamos construyendo un significado con el cual nuestras experiencias adquieren sentido. Cada individuo construye sus significados en el continuo actualizar de su historia.
La narrativa está compuesta por los relatos que suceden dentro de un espacio temporal y están narrados de una manera específica.
En la literatura, vemos claramente cómo cada autor tiene su estilo; lo mismo sucede con cada persona: cada individuo narra de manera propia la historia de lo que le sucede.
Las personas sufren (recordad que no es lo mismo dolor que sufrimiento) cuando se cuentan el mismo cuento de su historia. Pase lo que pase, el cuento siempre es el mismo, atrapado en el tiempo y en el espacio.
Os pondré un ejemplo; no es lo mismo decir “soy una mujer mayor de 50 años, con hijos adultos que hacen su vida y ya no me tienen en cuenta”, que “soy una mujer de 50 años, que estoy en la juventud de la madurez, con mis hijos ya emancipados que hacen su vida, lo que me permitirá dedicarme a nuevas experiencias”.
Por esta razón, una parte muy importante de la terapia es esa conversación mutua que mantienen cliente y terapeuta, gracias a la cual, poco a poco, el cliente puede encontrar una forma distinta de contar (ver, sentir, vivir) su historia.
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