Vamos a escaparnos.
Alcohol, tabaco y otras drogas; fútbol y deportes; cine, espectáculos, fiestas y otros hobbies; vacaciones… ¿Qué tienen en común que me hace englobarlos en la misma frase?
Particularmente, no estoy en contra de ninguna de estas cosas, simplemente cuestiono desde qué lugar las llevamos a cabo y qué se pretende conseguir con su uso. Si estas “herramientas o recursos”, por denominarlos colectivamente de algún modo, están siendo empleados por la mayoría de nosotros como formas más o menos inconscientes de evitación, de huida del presente, de desconexión del aquí y ahora, ¡clamo al cielo!
Recuerdo haber oído durante mi infancia la frase “el fútbol es el opio del pueblo”, ¡pobre Marx si la hubiese oído! Aunque, quizás, también hubiese estado de acuerdo.
Considero que cada individuo tiene el derecho y la responsabilidad de hacer con su vida lo que mejor le plazca, siempre y cuando su repercusión en el entorno sea lo menos traumática posible. Aunque es bueno no olvidar que el entorno (dígase pareja, familia o allegados) tiene también esas mismas facultades, con lo que, vincularse o no, es una decisión totalmente independiente y excluyente de cada una de las partes. Vamos, que si B no está cómodo o sufre estando al lado de A, tiene la opción de desligarse. El sufrimiento es una opción que elegimos, el dolor no.
Volviendo al tema, todas estas opciones de “distracción” más o menos legales, más o menos éticas (para el argumento que quiero desarrollar esto ahora mismo no tiene mayor importancia), si las realizamos de forma automática y sin cuestionarnos el porqué, puede ser que su ejecución no derive propiamente de una decisión, sino de una reacción neurótica inconsciente.
Si, cuando llegan los momentos de asueto y ante la precipitación inminente de periodos en los cuales las actividades y el trabajo decrecen, los individuos empiezan a buscar desaforadamente actividades con las que rellenar esos huecos, sería conveniente cuestionarse qué está pasando. Si eres incapaz de permanecer inactivo y, como diría una amiga, “encefalograma plano en el sofá” durante cierto tiempo, estas desconectado de ti mismo.
Elegir significa que, ante diversas opciones y según tus deseos, escoges. Por tanto, primeramente es necesario ser consciente de lo que uno siente, piensa y, por tanto, desea. Cuando no existe el tiempo para apreciar lo que nuestro organismo necesita cualquier decisión es pura falacia.
Para saber lo que realmente quieres hacer es necesario no hacer nada, es ahí, en el puro vacío donde emerge la necesidad y el deseo. Para apreciar lo que llamamos bueno, hay que conocer lo llamado malo. Para realmente divertirse, también hay que saber aburrirse. Para decidir “escaparse” hay que saber “quedarse”.
Hay muchas veces que yo misma decido huir, hay momentos en que no quiero contactar con ese “algo” que me ronda, que prefiero aplazarlo, postergarlo un poco. No pasa nada, me puedo permitir hacerlo, es mi decisión y mi responsabilidad; soy consciente de que estoy fugándome. La gran diferencia es que, cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo y me responsabilizo, la huida deja de ser tal, se convierte simplemente en un “ahora no” y me permite afrontar la vida a mi propio ritmo.