Vuelve la calma
El animal está ladrando. Por el volumen grave que emite puedes imaginar su tamaño, sus fauces, los largos colmillos. Está nervioso y te inquieta.
De abajo llega un ladrido agudo y lastimero. Puedes imaginar su aparente debilidad, el miedo. Está inquieto y te pone nervioso.
Y tú ahí, sentado, deseas en lo más profundo de tu alma que cese el ruido, la pelea. Deseas que aparezca un arma, un rayo divino, que fulmine a las bestias.
Una ligera sonrisa estira tus labios cuando se presenta el pensamiento correcto: los perros no existen y el ruido, el arma, el deseo, son sólo una ilusión. En ese momento, la luz te parte en dos y tú mismo desapareces. Vuelve la calma.
(Autor: Javier Rodríguez-Rey)
Cuando una de nuestras polaridades quiere imponerse es cuando se desencadenan las peleas internas. Darles espacio a ambas nos proporciona equilibrio.
Piensa en ello, si quieres…