Según la concepción tradicional, la neurosis sería una enfermedad mientras que, desde la Gestalt, consideramos que, al tiempo que es nuestra mayor riqueza, también es nuestra fuente máxima de conflictos. Es una forma de ser, de estar, de existir. Por tanto, no hay neurosis sino que hay neuróticos.
Para sobrevivir, en la infancia aprendimos a resolver las complicaciones con las que nos encontrábamos de maneras determinadas. Como fueron la mejor y única opción que hayamos para solucionar nuestros problemas, hemos seguido aplicando estas respuestas a lo largo del tiempo. Ahora, y a pesar de que muchas están totalmente desfasadas, seguimos utilizándolas. Están tan integradas en nuestro cotidiano quehacer que, a veces, no nos cuestionamos su uso, lo ejecutamos automática e inconscientemente y creemos que son parte invariable de nosotros mismos. Cuando nos damos cuenta del malestar que impregna nuestra vida, cuando empezamos a dilucidar que existe “ese algo” en nosotros que no acaba de funcionar, deseamos a toda costa deshacernos de ello y reconvertirnos en alguien mejor, más maravilloso y sobre todo FELIZ.
Combatir la neura (utilizaré esta palabra como concepto que engloba esta forma de ser, estar y existir determinada e invariable) no es iniciar una lucha a muerte, no consiste en derrotarla y aniquilarla por completo. Lidiar con ella significa aprender a conocerla y conseguir que deje de gobernarnos a su antojo. Disputar con la neurosis es llegar a conseguir que ocupe el espacio que le corresponde mientras deja libre nuestra creatividad para resolver situaciones que ya no son aquellas iniciales para las cuales fue forjada.
No hay que repudiarla, afortunadamente y gracias a ella, a sus mecanismos, a sus soluciones y estrategias, hoy estamos donde estamos y, a pesar de no sentirnos quizás muy afortunados, ha sido una gran aliada que nos ha acompañado, como mejor ha sabido, durante nuestra travesía vital.
Simplemente, hay que aceptar que una vez cumplida su función ha de dejar paso a otras opciones. Aunque, eso sí, hay aspectos o situaciones en que debemos aprovecharla porque sigue siendo parte de nuestros recursos.
El control, la vergüenza, el miedo, el dolor… son “aspectos” considerados neuróticos según su uso, ya sea porque la circunstancia donde estemos aplicándolos no sea la más conveniente o por el desmedido grado con que los empleemos o sentimos.
Si el control nos lleva a la rigidez, la vergüenza a la paralización, el miedo al bloqueo y el dolor al sufrimiento, estamos incapacitados para avanzar.
Durante mis años de formación, el terapeuta gestaltista Eugenio Molini, en un taller que nos impartió, pronuncio una frase que me impacto profundamente: “Haz de tu defecto una virtud”. En ese momento entendí realmente que renunciar a una parte de uno mismo no es la solución. El remedio consiste en aceptar todo lo que eres y aprovecharlo según las circunstancias.
Nunca voy a dejar de ser neurótica, porque todas estas estrategias y respuestas forman parte de mi bagaje, pero cada día aprendo a responder con una u otra herramienta según la conveniencia.
Muchas personas, cuando empiezan un proceso de crecimiento personal, lo que andan buscando es cambiar, convertirse en “otro yo”. Cada uno de nosotros es un ser maravilloso, único e irrepetible, simplemente hay que aceptarse y aprender a sacar el máximo partido de los recursos que poseemos y tener la capacidad de crear otros nuevos.