La Inteligencia emocional

La Inteligencia emocional es la capacidad de darse cuenta de las propias emociones y las de las demás personas y tener la capacidad de gestionarlas.

Es necesario tomar conciencia de lo que uno siente para poder regularlo y no dejarse llevar por la impulsividad, ya que nuestra buena gestión emocional también influirá en la de los demás y viceversa.

La inteligencia emocional, como lo es también la inteligencia cognitiva (relacionada con la educación académica), es un aspecto social del individuo; dependiendo de la capacidad de gestión será más fácil afrontar y superar los retos que presenta la vida.

Cuando se habla de la educación emocional, se abarca un concepto mucho más amplio: aportaciones de la neurociencia, investigaciones sobre el bienestar subjetivo (autoaceptación, relaciones positivas con los demás, autonomía, dominio del ambiente, propósito en la vida y crecimiento personal), el concepto de fluir…

Desde hace décadas se habla de la importancia de la educación emocional en los adultos. Profesionales de la educación, de la sanidad y de la psicoterapia hacen hincapié en la necesidad de enfocarnos hacia el ámbito infantil y juvenil para conseguir que realmente los individuos crezcan de manera sana y equilibrada.  Se detecta cada vez más un aumento de desequilibrios relacionados con la salud mental en los menores como son los trastornos de comportamiento (trastornos de conducta y déficit de atención e hiperactividad), la ansiedad, la depresión y la anorexia.

Aunque aún no de manera generalizada, existe ya una cierta implantación de la educación emocional en el sistema educativo y se van comprobando los beneficios de la misma: disminución de ansiedad, estrés, indisciplina, comportamientos de riesgo, conflictos… junto con un aumento de la tolerancia a la frustración, resiliencia ( la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro) y bienestar emocional.

Si enseñamos a nuestros hijos a manejar sus emociones, tendrán las herramientas para enfrentarse a las múltiples y diversas circunstancias de la vida de manera sana, consiguiendo con ello evitar en muchos de los casos:

1) Su implicación en el consumo de drogas.

El inicio del consumo muchas veces viene propiciado por el impulso gregario del joven. Como miembro de una pandilla, se introduce en ello al igual que el resto. A veces no es una decisión individual, sino un acto social al que no se sabe decir “no” por miedo al rechazo, o por falta de autoestima al no saber sostener las propias decisiones. Otras veces el motivo es un sentimiento autodestructivo originado por la insatisfacción que acompaña a la desconexión y mala gestión emocional. Una vez iniciado el consumo, si desgraciadamente el joven es adicto (la adicción es una enfermedad), será muy difícil la vuelta atrás.

2) Violencia y delincuencia.

Cuando no se saben reconocer las emociones, se bloquean hasta que el organismo no puede soportarlas por más tiempo y entonces surgen de manera descontrolada. Además, al no gestionarlas correctamente se pierde la capacidad empática.

3) Comportamientos de riesgo: conducción temeraria, sexo indiscriminado…

La insatisfacción emocional origina una búsqueda de “placeres intensos y momentáneos”.

Como padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos para que puedan vivir de la manera más sana y feliz. Aprender a gestionar nosotros en primera instancia las emociones es el paso inicial, paralelamente a nuestro ejemplo deben también participar el resto de los estamentos sociales para poder instruirles a ellos.

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