Tres centros

A veces se nos olvida que los seres humanos nos regimos por tres centros: mental, emocional y visceral.

Solemos tener muy presente nuestra faceta cognitiva. Los pensamientos centran gran parte de nuestra vida. Les solemos dar una valor predominante. Lo que nos decimos, las conclusiones que extraemos, normalmente fruto de nuestras interpretaciones, las convertimos, en ocasiones, en dogmas de fe; en verdades incuestionables.

Las emociones, los sentimientos pueden llegar a tener tanta fuerza , que no es posible negar su presencia. sin embargo, puede que los menospreciemos, que consideremos que son un hándicap para funcionar, ya que son alteraciones del estado de animo que mayoritariamente nos hacen sufrir. Evidentemente, cuando se tratan de emociones y sentimientos positivos, esos, los vivimos encantados sin cuestionar nada más. Ser clasificado como «emocional», no suele ser un cumplido, más bien una explicación a «nuestros supuestos altibajos»

Y finalmente estaría el centro visceral, al que muchos no hacen caso, ya que no le dan la más mínima importancia. Visceral suela a tripa y eso, a muchos, les suena a impulsos descontrolados e irracionales.

Irracional sí, ya que no es la mente quien gestiona. Descontrolado no, ya que es el cuerpo, quien gracias a las sensación sentida, nos habla. Ponemos atención a nuestras sensaciones corporales cuando es imposible ignorarlas debido a su intensidad o potencia. Sin embargo, cualquier situación, circunstancia o persona, nos genera una reacción corporal que puede ser más o menos fuerte. Al haber perdido la costumbre de escuchar a nuestro cuerpo, tan solo percibimos las intensas, pero nuestro cuerpo siempre habla.

En muchas ocasiones tenemos tres mensajes diferentes sobre «algo». Esto lo vemos claramente, en esas circunstancias en que sabemos mentalmente que «deberíamos hacer tal o cual cosa» pero nos resulta imposible hacerlo.

Podemos aprender a escuchar al cuerpo. Entender su lenguaje puede parecer extraño al principio, ya que no va de conclusiones ni juicios; no entiende de «deberías», ni pretende imponerse sobre «uno u otro sentimiento». El lenguaje del cuerpo va de acompañar, de aceptar, de dar espacio.

Focusing como técnica ayuda a ello.