“Cuidado no tengas que arrepentirte por no haber intentado cumplirlos”.
A veces nos quejamos de no poder cumplir nuestros deseos porque sentimos que algo nos lo impide, siendo incapaces de darnos cuenta de que la “montaña/obstáculo” que está ante nuestros ojos no es ni tan grande ni tan insalvable. La fantasía del miedo a lo que sucederá nos congela y ancla.
Aprovecho el ejemplo de los viajes, aunque ahora mismo y quizás en mucho tiempo sea un deseo realmente difícil de cumplir, aun así, es un ejemplo claro de como en ocasiones nos manejamos. Viajar suele ser uno de los sueños que muchos individuos no realizan, únicamente, por el miedo a salir de su zona de confort.
Conozco a varias personas que anhelan recorrer el mundo, desplazarse a otros países, conocer otras culturas, pero una irracional inseguridad en sus capacidades les impide llevarlo a cabo. No entraré aquí en el tema de la fobia a volar, esto es harina de otro costal y, aunque tiene relación, sería un tramo diferente de la “escalera”.
Os hablaré de J., mujer independiente, autosuficiente y reconocida en su ámbito laboral. Conociéndola, gracias a acompañarla en su proceso, no dudo de su capacidad para manejarse en cualquier lugar o en cualquier situación sin grandes problemas. Su vida la ha llevado a desenvolverse en condiciones mucho más estresantes y difíciles, que un viaje de placer, de las cuales ha salido airosa. Y, aun así, desde hace tiempo, cada vez que se planteaba la realización de un viaje, al poco aparecía “algo” que se lo impedía.
A veces era el idioma del país “¿cómo me entenderé?”. A veces el dinero “ahora me va un poco justo, tengo muchos gastos”. En otras “no tengo tiempo”. La cuestión es que llegado el momento cualquier circunstancia era buena para posponerlo.
Sin embargo, ha habido momentos de su vida en que ha viajado, momentos en que su economía quizás estaba más maltrecha, ha ido a países de los que tampoco conocía el idioma y, sin embargo, la ansiedad no hizo acto de presencia. ¿Dónde estriba pues la diferencia? Iba acompañada.
Al trabajarlo en terapia, ha podido darse cuenta de que la dificultad no estriba en el viaje en sí mismo, no tiene nada que ver el lugar, la lengua o el medio de transporte; única y exclusivamente depende de su sensación de desangelamiento y de soledad. Un viaje la enfrenta inexorablemente a la soledad que no acepta.
El primer paso consistió en darse cuenta de que los motivos, los obstáculos, los contratiempos que veía, no existen realmente, simplemente son engaños que su mente se dice para evitar sentir la ansiedad que le produce enfrentarse a la soledad.
Y esta soledad es la indefensión de su niña pequeña, de esa criatura que no se sintió acompañada (no importan las razones objetivas o subjetivas que la hicieron sentirse así) durante la infancia. Como dirían algunos: es la falta de “padre”, entendido como la energía que nos ayuda a salir al mundo.
Se habla de yin y yang, de energía masculina y femenina, de padre y madre, no son nada más que formas de describir los mismos impulsos: expansión y agresividad, por un lado, contención y ternura por el otro.
En esta sociedad que vivimos, la mayoría andamos desequilibrados en nuestras energías: cuando nuestro impulso agresivo, que sería el que nos ayuda a salir al mundo es deficiente, cualquier situación o circunstancia que se aleje mínimamente de nuestra zona de confort, cualquier novedad, cualquier cambio, nos produce ansiedad y desconsuelo. Hay personas que se ahogan, se angustian, tienen ataques de pánico. Otras se mienten con argumentaciones para evitar sentirlos. Pero, en definitiva, tanto unas como otras presentan pequeños retazos de agorafobia, ya que prefieren quedarse inmóviles en sus cubiles antes que enfrentarse al “peligroso e inquietante mundo”.
Si quedarse pasivos les diese la paz y la felicidad que desean, no existiría el conflicto, pero al igual que a J., la inmovilidad no les satisface. Ella, encerrada en su pequeño mundo, bloquea su deseo y aparece la ansiedad. La suya es una sensación de apatía, de aburrimiento e insatisfacción que la lleva a comer, a quedarse ante el televisor mirando sin ver cualquier película. Esta resentida por no obtener su deseo: viajar.
Cuando nuestras capacidades adultas existen y, sin embargo, somos incapaces de extrapolarlas a ámbitos no habituales o simplemente aparecen en momentos de supervivencia, el adulto ha desaparecido siendo reemplazado por el niño indefenso. Es bueno recordarlo, ya que la integración de lo que fuimos con lo que somos nos convertirá en lo que queremos ser.
Obsérvate ahora, explorar tus deseos, lo que te dices sobre ellos, cómo piensas llevarlos o no a cabo una vez sea posible reanudar la nueva normalidad. Escucha tus propios cantos de sirena.
Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o por correo electrónico.