Que “somos lo que comemos” es una frase que está de total actualidad. Ya mucha gente está de acuerdo en que estrechamente relacionado con lo que ingerimos, está lo que pensamos y sentimos; aunque sería bueno ampliar esta frase añadiendo que todo lo que entra en contacto con nuestro cuerpo tanto sea mediante la ingestión, como por inhalación como por la piel nos influye. No estoy diciendo nada nuevo, a pesar de ello y aun estando convencida de su veracidad a veces se me olvida, porque recordarlo me empujaría hacer ciertos cambios en mi vida para los que ahora mismo aun no estoy preparada: comida totalmente ecológica, productos de limpieza y cosméticos determinados, incluso la eliminación total de ciertos productos.
No entiendo casi nada sobre nutrición; hablar de flavonoides, taurina, coenzima Q10 o metionina, me resulta tan extraño como oír una conversación en japonés. Pese a ello desde hace ya algunos años, mi dieta ha cambiado por completo intentando seguir un poco la filosofía que entraña esa frase: algunos alimentos no me sientan bien y el malestar que me producen no sólo influye en la parte física de mi organismo, sino también en la emocional.
Aprendí, como muchos de los humanos de a pie, a raíz de una fuerte crisis. Sucedió aproximadamente hará unos 17 años, fruto de problemas familiares, entre en depresión. El médico de cabecera, me mando al psicólogo y este al psiquiatra que sin excesivos preámbulos me medicó con antidepresivos. Afortunadamente, mi amiga (Cala H. Cervera) que había estado viviendo en Londres más de una década, había regresado a Barcelona. Gracias a ella todo cambio, como especialista en Nutrición Ortomolecular, me aconsejo y guió en un cambio de dieta que desencadeno una serie de cambios en mi vida, entre ellos dedicarme al acompañamiento.
La lectura de este libro, no ha sido más que otra de sus grandes aportaciones.
La primera vez que seguí esta dieta fue tras todo un año de bastantes más excesos de los que suelo permitirme, sentía que mi organismo andaba descompuesto: Problemas de concentración, ánimo decaído, sentimiento de hinchazón, prurito …. Me hice responsable finalmente de la situación y decidí ponerle remedio. Le comenté mi intención de hacer algún tipo de dieta para depurar y me aconsejo que hiciese una detoxificación, prestándome este libro como ejemplo de la misma.
A pesar de no seguirla estrictamente (soy un espíritu libre o una rebelde empedernida) ya que si tenía alguna celebración me permitía alguna copa de vino o algún alimento no del todo recomendado, sentí claramente sus beneficios: a los cuatro días había recuperado la capacidad de concentración y la motivación para volver a leer y escribir, la hinchazón remitió considerablemente y empezaron a desaparecer los picores.
Uno de los aspectos que más me gusto del libro es esa ausencia de mesianismo tan común en otros autores que se autodenominan como “la única verdad” o “el único método efectivo”. Alejandro Junger expone su experiencia y su método, pero lo deja abierto a que lo uses dentro de tus capacidades y de tu disposición, como si no quieres hacerlo y prefieres buscar otra dieta de detoxificación más afín a tus intereses.
Tanto Cala como yo somos conscientes en nuestros respectivos trabajos, de que para conseguir una salud optima es necesario estar equilibrados, ambas compartimos una visión holística al respecto. Trabajando desde la nutrición y desde la psicoterapia por separado muchas veces se consigue. En otras ocasiones la acción ha de ser conjunta, por ello hay clientes de su consulta que acaban pasando por la mía, como algunos de la mía son remitidos a la suya.
Nuestras especialidades están separadas; nuestra práctica, al igual que el funcionamiento del organismo, es conjunta.