Este ha sido desde antes de la pandemia un debate que he mantenido con algunos de mis compañeros de profesión. Ambas modalidades tienen sus pros y sus contras.
Antes de la pandemia, mantener sesiones presenciales con los clientes proporcionaban a la terapia calidez, cercanía, incluso a veces contacto físico (la mayoría de las veces el contacto físico quedaba reducido a los saludos de bienvenida y despedida). En el aspecto puramente técnico, el acompañante o terapeuta gozaba de más información en relación al lenguaje no verbal del cliente, ya que podíamos ver todo su cuerpo en interacción: los cambios de posición, los brazos y las manos en juego, etc.
También es verdad, que permitía llevar a cabo (más cómodamente) dinámicas con movimiento. Los terapeutas o acompañantes gestálticos más corporales, podían libremente poner cojines por el espacio e invitar a sus clientes a interactuar, o hacerles cambiar de posición en cuanto a trabajar con la llamada “silla caliente” o movilizarlos por el espacio mientras revivían un sueño.
También se podían realizar ejercicios a dúo: ejercicios de apoyo, de fuerza, de desbloqueo…
Algunos, hacia ya años que íbamos combinando ambas modalidades, online o presencial, en base al deseo y necesidad del cliente. En mi caso concreto, he trabajado con personas de otros lugares de España ya que dado el lugar concreto de su residencia les resultaba muy dificultoso llegar a los pueblos o ciudades donde se llevaban a cabo las sesiones presenciales de la psicoterapia deseada, ya que se veían obligados a dedicar mucho tiempo en los desplazamientos. Con otras personas porque sus trabajos no les permitían permanecer demasiado tiempo en su residencia habitual. En otros casos, eran ya clientes que cambiaban de residencia, tanto dentro de España como en el extranjero y en algunos, los menos, personas que de entrada preferían que nadie supiese que habían iniciado una terapia (aspecto que ya trabajaríamos más adelante).
Bien es cierto que con el confinamiento ha cambiado todo el panorama de golpe. Profesionales que hasta ese momento se habían negado en redondo a trabajar online, han visto que era el único modo de seguir acompañando sus clientes. Y clientes muy reacios a esta modalidad, han visto, que más valía eso que nada.
Y, aunque todo lo dicho al principio del articulo sigue siendo cierto, “la practica hace al monje” y todos hemos aprendido a sacar mayor partido de la herramienta que nos ha quedado.
En mi caso, nunca he sido de mover físicamente al cliente, he trabajado desde la respiración y la visualización. Le he acompañado a movilizarse internamente.
Cada vez me he ido especializando más en técnicas de este tipo. Sigo sintiéndome una acompañante de enfoque gestáltico, sin embargo, como Trainer de Focusing, ayudo a mis clientes a contactar con su sabiduría interior y la conciencia corporal y para eso no es necesario pedirles que se muevan físicamente por el espacio, simplemente focalizarse en sus sensaciones y movimientos internos.
Ahora se presenta otro dilema, ¿volver o no a las sesiones presenciales? Y ¿cómo?
Volvemos a charlar entre nosotros: hay quien tiene claro que desea volver al contacto más cercano con el cliente; yo también, pero ¿se puede considerar cercano estar a 2 mtros de distancia con mascarillas puestas?
¿Realmente con mascarilla me voy a dar cuenta de su lenguaje corporal? Podré ver su posición, su juego de manos y piernas (quizás, porque igual con las medidas de seguridad, no sea tan cómodo actuar según la necesidad y el deseo) pero no voy a ver sus expresiones faciales y va a tener que hablar en tono de voz distinto del habitual para que realmente le entienda.
No lo veo claro.
Por tanto, he decidido que prefiero ver la cara de mis clientes en detrimento del resto de su cuerpo. He decidido que por ahora sigo trabajando online. Siento que mis clientes están satisfechos, que siguen avanzando en sus procesos y que el cambio no ha supuesto un detrimento en la calidad de las sesiones.
Este momento, como todos en nuestra vida nos invita a tomar decisiones individuales, a mantenerlas y validarlas. Cualquier decisión está bien, para ti, si todo tu organismo está de acuerdo; y el mío, lo está.