Trabajo o no….

Esta mañana estaba con una muchacha que arrastra una depresión desde hace años. El último hecho que se suma a su ya larga lista de insatisfacciones es que en breve ha de reincorporarse al mundo laboral, ya que se le termina la prestación por desempleo y no puede permitirse, económicamente, seguir sin ocupación.

Al terminar la sesión con ella y abrir el libro de lectura que me acompaña últimamente, me he encontrado con esta maravillosa frase de Voltaire:

“El trabajo nos evita tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la pobreza”.

Cierto es que, cuando una persona está deprimida (Depresión: Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos), tiene serios problemas por seguir un ritmo de vida que para el resto podría considerarse normal. Levantarse por la mañana ya suele ser toda una odisea y cualquier actividad se hace cargosa y excesivamente fatigosa.

Por esta razón, dependiendo del momento más o menos álgido en que se encuentre el estado depresivo, plantearse reintegrarse a una actividad ocupacional puede vivirse como un obstáculo infranqueable, además de ser eventualmente negativo para la recuperación.

Sin embargo, hay un momento en el cual, a pesar de seguir estando deprimido, volver poco a poco a una dinámica más normalizada de actuación, no sólo es recomendable, sino también necesario.

No es mi intención profundizar aquí en cuándo es conveniente reincorporarse, ni cómo ha de hacerse esta reinserción; el motivo de esta entrada es:

a) Exponer la (no) existencia de las casualidades

b) Contrastar las razones que esgrimíamos esta mañana ambas durante la sesión con la filosofía de Voltaire que encierra esta frase en sí misma.

Cada vez estoy más convencida de que, al menos en mi vida, no existen las casualidades. Siento que, de algún modo muy sutil, cuando mis intereses giran alrededor de un tema, todo mi mundo cambia de tal modo que voy encontrándome las personas, las situaciones o los objetos necesarios para propiciar ese aprendizaje. Otras veces, simplemente aparecen para reafirmar el camino emprendido.

Creo provechoso recordar que este encuentro no produce necesariamente situaciones o emociones agradables todas las veces, aunque el resultado final resulta ser siempre una enseñanza inestimable. Lo que para otras personas son simplemente coincidencias, para mí ofrece una lectura más profunda, siendo maestras en determinadas situaciones.

Y siento que hoy sucedió uno de estos momentos mágicos. Ante la perspectiva de volver a trabajar, y aceptando que aún no está en el estado anímico más deseable, esta muchacha ha decidido que su reinserción en el mundo laboral ofrece más ventajas que inconvenientes.

Ella, acompañada por mis preguntas, iba desgranando poco a poco la situación en la que se encontraba y hallaba opciones positivas que a priori no había sabido ver.

Llegó a las siguientes conclusiones:

a) Peor quedarse sin dinero que trabajar y mejor trabajar que hacer cualquier ilegalidad.

b) Le permitirá conocer gente, por poca que sea, lo que la abrirá socialmente, aspecto que hoy por hoy tiene totalmente descuidado.

c) Estar ocupada la distrae de su malestar.

Aunque los conflictos son únicos e individuales para cada ser humano, los problemas y los remedios en el fondo son siempre los mismos. Los grandes pensadores nos ayudan muchas veces a ver más claras las situaciones. Voltaire puede haberlo dicho más claro, pero no mejor.

Si tienes alguna duda o te interesa algún tema en concreto puedes contactar conmigo por correo electrónico

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