Fahrenheit 451

 

Fahrenheit 451 es un libro escrito en 1953 pero que sigue vigente y de completa actualidad.Burning Fire Flame

Los libros son para mí un bien preciado al que no todo el mundo tiene acceso; algunos por falta de medios (aspecto relativo, ya que hay muchas maneras de conseguir libros, como las bibliotecas, los intercambios o internet), otros por educación, otros por total comodidad y vagancia. De este último aspecto nace, de algún modo, el sentido de esta obra.

En esta novela nos encontramos inmersos en un mundo donde los libros son tachados de peligrosos y, por tanto, han de ser destruidos. Los bomberos han invertido el carácter de su oficio, en lugar de ser como en nuestra civilización los encargados de sofocar cualquier tipo de combustión son, por el contrario, los encargados de inflamar los libros ocultos junto con las casas que los albergaban.

A día de hoy, afortunadamente, no vivimos en semejante estado policial donde la censura llegaría a tal extremo que la tenencia de un libro no sólo se consideraría una transgresión sino más bien un ataque terrorista de tal magnitud que la muerte sería un castigo comúnmente aceptado.

Cierto es que no estamos ahí, aunque dados los recortes y la tendencia social a la apatía quizás no estemos tan lejos.

Cada vez más las personas se creen lo que unos cuantos dicen, cada vez más dejamos que determinadas cadenas televisivas o radiofónicas o de prensa impresa, tanto da, controladas por determinados grupos ideológicos nos inunden subliminal y descaradamente de ideas determinadas. Cada vez más nos sentamos delante del televisor buscando programas simples que nos alejen de la monótona, aburrida y aparentemente triste vida y que nos ofrezcan distracción sin más. Se busca papilla para el cerebro, ya que masticar ideas cada vez nos resulta más dificultoso, arduo y cargante.

¿Cómo hemos llegado ya a este avanzado estado de indolencia?

La educación es el eslabón fundamental. He pasado la mayor parte de mi vida profesional dedicada a la enseñanza y como tal, soy plenamente consciente de cómo muchas escuelas y profesionales, fruto de su propia educación, hija esta a su vez de los diferentes y nefastos planes educativos, han seguido esparciendo y fomentando una enseñanza impulsada en convertir personas en desechos, por un lado, o en depredadores, por el otro. Sí, suena muy radical, pero analicémoslo un poco:

Hasta no hace tantos años, la mayoría de las escuelas se dedicaban a fomentar la memorización por encima de todo; asignaturas como la música, el dibujo o cualquiera de esas materias que fomentan el uso de la creatividad y, por tanto, del hemisferio izquierdo, eran las llamadas “marías”, es decir, aquellas consideradas como sin importancia y prescindibles. Ser de letras o de ciencias no sólo mostraba nuestras inclinaciones, sino que nos clasificaba como más o menos “inteligentes”: en esta sociedad tecnológica todo lo relacionado con las letras y las artes eran estudios menores en comparación con las matemáticas o la física.  La segregación que se efectuaba en mi época con la bifurcación en FP y BUP era casi una sentencia (si eras de los primeros tu futuro tenía una perspectiva muy negra, si eras de los segundos y querías acabar realizando una carrera universitaria, tenías que ser muy competitivo para conseguir las mejores notas y con ello un buen “lugar” dentro de la sociedad); posteriormente pareció mejorar ligeramente, aunque no sé hasta qué punto. La educación emocional era inexistente, incluso ahora, que parece haber una sección de la población motivada y concienciada por conseguir su implantación, son minoritarias las escuelas que le dedican un espacio. Desde hace ya unas décadas, el sistema educativo introdujo ese aspecto curricular llamado “procedimientos”; se trataba pues, de que además de aprender la materia en sí, el alumnado obtuviese mecanismos para llegar a adquirir los conocimientos por sí mismo.

Durante mi época de aprendizaje al menos, la carrera de magisterio tenía el sobrenombre de “la carrera de los vagos”: era corta y quien no creía servir para otra cosa o no tenía ganas de dedicar muchos años a seguir preparándose se inclinaba por ella. La verdad es que los planes de estudio, si la preparación del profesional hubiese sido mucho más didáctica de lo que realmente ha sido, podrían haber sido más fructíferos, prueba de ello es que siempre han existido tanto dedicados educadores como maravillosas escuelas que han ejercido una magnífica labor.

Recuerdo haber mantenido acaloradas discusiones con compañeros con los que trabajaba intentando demostrar que era mejor enseñarle a un niño cómo encontrar información que hacerle aprender de memoria miles de datos que en principio no le iban a ser de utilidad a corto plazo. Nunca he negado que la memoria es una faceta que es conveniente desarrollar, aunque sí he estado y sigo estando en contra de que sea la faceta más importante.

Buscar información te enfrenta a heterogéneas opiniones: profesionales de una misma materia pueden aceptar una misma conclusión con pequeñas o grandes diferencias al respecto; en algunos temas, incluso nos lleva a conocer divergencias abismales que quizás la línea oficial no contempla. Buscar en lugar de “tragar” fomenta la capacidad de discernimiento y te ayuda a formarte tu propio criterio.

La lectura es información, nos lleva a conocer otros pensamientos, otras visiones y opiniones, ya no sólo del mundo sino de las personas en sí mismas. Cada escritor deja su impronta en lo que escribe. Leer diferentes autores, leer sobre diferentes temas nos enriquece, nos da una amplitud de miras de la que carecemos de otro modo.

En el prólogo, el mismo autor (Ray Bradbury) hace referencia a una frase del libro perteneciente a uno de sus personajes, el bombero jefe Beatty, que se refiere a la posibilidad de quemar libros sin cerillas ni fuego. Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Parece que algunos de nuestros políticos deben de ser seguidores ideológicos de Beatty.

Si queremos un mundo mejor, el cambio viene sobre todo por la educación. Cambiar el sistema educativo sería una gran opción, aunque mientras, cualquier granito de arena sirve. La playa la forman miles y millones de granos, la sociedad miles y millones de personas. Cada uno de nosotros llevamos la semilla del cambio en nuestro quehacer cotidiano, no te dejes llevar por la inercia y no lo olvides.

Si tienes alguna duda o te interesa tratar algún tema en concreto puedes contactar conmigo por teléfono o por correo electrónico.

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