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Toxicómano consorte

 

amor tóxicoLa primera vez que oí este apelativo tenía yo veintipocos años y, a pesar de tener algunos conocimientos sobre el mundo de la drogadicción, no entendía qué diferencia había entre los dos miembros de esa pareja, en la que a uno se le denominaba con todo el peso toxicómano y al otro tan sólo consorte. Era como una especie de grado menor en la escala de la adicción.

¿Cómo podía ser, si ambos estaban consumiendo, si ambos andaban perdidos por la misma senda, que uno fuese considerado “menos” adicto que el otro? Al fin y al cabo, esta distinción se aplicaba (al menos en  los ambientes en que yo me movía) al individuo de la pareja que era menos conflictivo o al menos se creía que estaba menos “enganchado” a la sustancia.

A través de los años y de la experiencia en propia piel llegué a comprender que la gran diferenciación entre uno y otro viene dada porque el toxicómano es un adicto, un enfermo enganchado a sustancias y su consorte es un adicto a su pareja.

El toxicómano consorte es otra variante del coadicto (ver coadicción). Como ya he comentado en otros artículos, la coadicción es la enfermedad que rodea a las parejas y familias de los adictos a sustancias; estos familiares se convierten en personas disfuncionales, ya que su vida queda centrada exclusivamente alrededor de su familiar enfermo. Ellos consideran que es el adicto la fuente de todo problema y que sin su ayuda es incapaz de seguir adelante, sin darse cuenta de cuan nefasta es esta supuesta ayuda que le están prestando, ya que, muchas veces sin pretenderlo, favorecen la enfermedad que supuestamente están ayudando a vencer.

El toxicómano consorte es aquel familiar, normalmente la pareja (por eso claramente el apelativo de consorte), que se introduce en el mundo marginal de la drogadicción volviéndose aparentemente también un adicto a las mismas sustancias. Sin embargo, cuando su pareja empieza una recesión en el consumo del tóxico, es capaz por sí mismo de reducir la ingesta tanto como sea preciso, simplemente adaptándose al ritmo del otro.

Si fuese un adicto real a la sustancia, es decir, si su enfermedad consistiese en no poder sustraerse de esa atracción dañina que arrastra al toxicómano, por mucho que su pareja redujese la ingesta y se apartase de los círculos donde se mueve la sustancia, el toxicómano consorte no podría hacerlo tan fácilmente como lo hace.

Su verdadera adicción es la dependencia emocional y física que tiene de su pareja. Esto es lo que le hace sumergirse en el mundo marginal y, como cualquier toxicómano, llevar a cabo las acciones y vejaciones necesarias para obtener el tóxico, ya que una vez enganchado su dependencia es igual de agravante. De todos modos, suelen verse abocados a estas acciones más que para sí mismos muchas veces para paliar el síndrome de abstinencia de su pareja antes que el suyo propio.

Cuando ambos viven un síndrome de abstinencia grave, no es que el toxicómano consorte deje de consumir para dar su dosis a su pareja, eso no suele pasar porque su necesidad es tan real como la de cualquiera, pero sí tiene más capacidad de sobreponerse.

Al igual que el adicto a sustancias necesita un periodo de desintoxicación física y psicológica, en su caso, el trabajo psicológico abarca un proceso específico con especialistas en coadicción. Si no se hace así, se desenganchará de la sustancia, pero su problema concreto, que es la adicción a la persona enferma, seguirá y, aunque su pareja deje de ser drogadicta, los síntomas que seguirá arrastrando harán de su relación un fracaso, porque el que fue antes el enfermo consorte pasará a ser el enfermo principal y el otro puede recaer por las circunstancias insanas en las que se encuentre envuelto.

En las parejas toxicómanas, sea o no alguno de ellos consorte, es necesario un trabajo psicológico largo para ambos y una separación terapéutica durante bastante tiempo para conseguir que “los malos” hábitos den paso a una nueva forma de relacionarse mucho más sana. En algunos casos, puede que se llegue a la conclusión de que, para conseguir una vida sana y equilibrada, la pareja deba disolverse para siempre, ya que su mutua influencia es como un detonante para el consumo o la coadicción.

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Codependencia- artículo de Krishnananda

 

Krishnananda, utiliza  el término codependencia como sinónimo de dependencia emocional y en este artículo nos habla de ello.

Para quien no le conozca, os recomiendo su libro: “De la codependencia a la libertad”

Camino

“Todos deseamos amar, pero generalmente no queremos experimentar el lado sombrío del amor. Lo que significa que no comprendemos lo que realmente significa amar. En los comienzos de una relación hay una cima, una excitación que suele decaer abruptamente cuando comienza la vida en común.

La mayoría de nosotros acarreamos profundas heridas de vergüenza, inseguridad y miedo. Vivimos en la desconfianza y al mismo tiempo tenemos una gran necesidad de amar y de ser amados. Volcamos estas heridas en nuestras relaciones, la mayor parte de las veces de forma inconsciente, y entonces actuamos desarrollando estrategias, demandando, evitando, creando conflictos, estando en desacuerdo e incluso traicionando o sintiéndonos traicionados.
Es como si camináramos por un campo lleno de minas, y nuestras heridas son como agujeros en los que podemos caer. Si transitamos este camino estando completamente ciegos, cuando nos encontramos con estas dificultades estas generalmente destruyen nuestro amor. Por ejemplo, más tarde o más temprano, caeremos en la herida de la traición. Algo puede suceder en nuestra relación que nos hace sentir que ya no podemos volver a confiar en la persona con la que estamos. Ella ha hecho algo que de repente nos hace dar cuenta que no es tan “confiable” como creíamos.

O tal vez, esa persona comienza a ser diferente a lo que habíamos imaginado, comenzamos a ver que no es tan fiable u honesta, le falta integridad, o no está con su mejor energía, o está cerrada, no disponible, o está demasiado aferrada o claramente demandante. Entonces nos sentimos traicionados.

No podemos cambiar el hecho de que en algún momento nos sentiremos traicionados. Pero lo que sí podemos cambiar es nuestra actitud ante el sentimiento de traición. Podemos darnos cuenta de que esas experiencias, aunque dolorosas, son oportunidades increíbles de crecimiento y aprendizaje de lo que realmente significa amar.

El problema es que solemos entrar en una relación llenos de expectativas, nos demos cuenta de ello o no. Una vez alguien nos preguntó a Amana y a mí en un taller si no era natural tener expectativas sobre la otra persona en cierta medida. Le respondimos que cada uno puede esperar del otro todo lo que quiera, pero que la única expectativa que se mantiene a flote es la de que la otra persona sea quien realmente es en su totalidad. Cuando entramos en una relación, la mayoría de las veces, no vemos a la otra persona tal cual es.

Lo que hemos visto y probablemente seguimos viendo en el otro es lo que queremos ver, es decir, algo que encaje en nuestras fantasías y deseos. Luego entramos en desacuerdo y nos sentimos traicionados. Entonces caen duramente nuestras fantasías e ilusiones y se produce una pequeña muerte.

Uno de los agujeros más profundos en las relaciones sobreviene alrededor de la sexualidad. Al principio solemos tener una sexualidad apasionante y viva, pero cuando comenzamos a aproximarnos nos volvemos más vulnerables, y es entonces cuando las heridas enterradas profundamente comienzan a salir a la superficie y esto suele afectar nuestra sexualidad. Muy a menudo, perdemos la libertad inicial y desesperadamente tratamos de todas las maneras de volver atrás.

Pero la profundidad dentro de una relación hace que la vergüenza, los miedos y las disfunciones salgan a la superficie. Si no llegamos a comprender esto, y no creamos un espacio para compartirlo e incluirlo dentro del marco del amor, uno o ambos integrantes de la pareja se hundirán en sus propios sentimientos de vergüenza y traición.

También encontramos problemas cuando una persona quiere más atención, proximidad, comunicación y conexión mientras que la otra ansía mayor libertad. De lo que no solemos darnos cuenta es que estos deseos-necesidades en realidad están reflejando heridas de abandono de nuestra infancia. Cuando nos acercamos realmente a otra persona, estas heridas se disparan y entonces comenzamos a actuar con rabia, creando conflictos e hiriéndonos mutuamente.
Con más comprensión, sensibilidad, respeto y conciencia, podremos aprender a dar al otro lo que él o ella necesitan, mientras también estamos siendo sensibles a nuestras propias necesidades. Una relación profunda y comprometida nos provee del mejor espejo para vernos a nosotros mismos y nuestras heridas, nuestras disfunciones y actitudes negativas. Y también nos da la mejor oportunidad posible para cambiar, para crecer y para aprender qué es realmente el amor”.

 

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Las emociones inútiles.


Existen dos emociones inútiles en nuestras vidas: la culpabilidad y la preocupación; aunque parezcan distantes, si te fijas atentamente, están interconectadas. Te diría más: son los extremos opuestos (polaridades) de una misma situación.

PreocupaciónLa culpabilidad se da cuando despilfarramos los momentos presentes al estar enganchados a una situación pasada, mientras que, la preocupación sería olvidar el presente por una intranquilidad hacia lo que sucederá en un futuro, sería como sentirte culpable por algo que aún no ha sucedido.

Ambas situaciones tienen en común la desconexión con el presente, con lo que realmente está sucediendo aquí y ahora; ambas, también, son situaciones sobre las que no tienes ningún control. Por muy mal que te sientas, no podrás alterar lo que sucedió y, por mucho que te intranquilice, la situación futura será como debe ser, no cambiará a causa de tu inquietud.

La culpabilidad y la preocupación son, quizás, las dos formas más comunes de angustia de nuestra cultura. ¿Qué podemos hacer para evitarlas?

Respira: No esas pequeñas inspiraciones que sueles hacer para sobrevivir. Expulsa todo el aire de tus pulmones y empieza un ciclo de respiraciones conscientes. Haz respiraciones abdominales, es decir, llena en primer lugar tu barriga y luego el pecho; para expulsarlo, sigue el camino inverso. Si persistes un poco, te calmaras.

Relativiza: Nada de lo que hayas podido hacer o puedas llegar a hacer es tan horrible. Todos cometemos errores, revísalos, aprende de ellos y sigue adelante. De los errores se aprende, de los aciertos nunca.

Suelta: Para soltar una situación es necesario prestar atención a lo que realmente sucede en ese momento inmediato. Fíjate en todo lo que te rodea, como objetos o personas; céntrate en ellos, obsérvalos realmente. Si se trata de una entrevista, de un examen o de cualquier cosa en la que hayas de intervenir, prepárala lo mejor que puedas y luego olvídate; sigue con tu día a día. Al principio te costará un poco pero, como todo en esta vida, la fluidez se adquiere con la práctica.

Prémiate: No te castigues. Siempre hay algo por lo que sentirse satisfecho. Diviértete, te lo mereces.

Ya conoces lo que es estar mal.  Intenta cambiar. ¿Qué puedes perder?

 

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¿Qué es desapegarse?

En el artículo anterior hablaba sobre el apego, como rasgo característico de la enfermedad de codependencia o coadicción, aunque los dependientes o también llamados “adictos al amor” son asimismo personas aquejadas por este problema.

En mayor o menor grado todo ser humano sufre de un cierto grado de apego hacia sus seres queridos, es necesario estar alerta para que no se convierta en una seria dificultad. Es conveniente  aprender a desapegarse.

DesapegoDesapegarnos es liberarnos o apartarnos de una persona o problema con amor. Cuando más necesitas desapegarte es cuando esto parece ser lo más lejano o lo menos posible de hacer.

Mental, emocional y a veces físicamente nos desembarazamos de nuestro involucramiento insano (y a menudo doloroso) con la vida y responsabilidades de otra persona, y de los problemas que no podemos resolver.

El desapego se basa en las premisas de que cada persona es responsable de sí misma, en que no podemos resolver problemas que no nos corresponde solucionar, y que preocuparnos no sirve de nada. Adoptamos la posición de no meternos en las responsabilidades de otras personas y en vez de ello, de atender a las nuestras.

Luchamos para discernir qué es lo que podemos cambiar y qué es lo que no podemos cambiar. Luego dejamos de tratar de cambiar aquello que no podemos. Hacemos lo que podemos para resolver un problema, y luego dejamos de preocuparnos.

El desapego implica “vivir en el momento presente”, vivir en el aquí y ahora.

Desapegarnos no quiere decir que nada nos importe. Significa que aprendemos a amar, a preocuparnos y a involucrarnos sin volvernos locos.

 

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Apego


Los codependientes somos personas apegadas, es un rasgo de la enfermedad

 Apegarse es involucrarse en exceso, a veces de una manera desesperadamente intrincada.

El apego puede adoptar varias formas:

– Podemos preocuparnos en exceso por una persona o un problema (en cuyo caso el apego es de nuestra energía mental).Apego

– O podemos acostumbrarnos y comenzar a obsesionarnos con la gente y los problemas que existen en nuestro ambiente y tratar de controlarlos (en cuyo caso nuestra energía mental, física y emocional está dirigida al objeto de nuestra obsesión).

– Podemos volvernos reactivos en vez de actuar auténticamente por voluntad propia (el apego es de nuestra energía mental, física y emocional).

– Podemos volvernos dependientes emocionalmente de las personas que nos rodean (entonces sí estamos verdaderamente apegados).

– Podemos volvernos niñeras (rescatadores, ayudadoras) de las personas a nuestro alrededor (apegándonos firmemente a la necesidad que tienen de nosotros).

Preocuparse, obsesionarse y controlar son ilusiones. Sentimos que estamos haciendo algo para solucionar nuestros problemas, pero no es así.

 

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Bloqueos

Los codependientes o coadictos son personas que bloquean sus sentimientos y no suelen expresarlos. Existen dos motivos para ello:

1- Expresar lo que uno siente puede ocasionar que el delicado equilibrio familiar se desmorone, ya que el pensamiento que le acompaña (por haberse dado ya en otras ocasiones) es que la persona enferma (tanto sea adicto, como dependiente física o psicológicamente) se altere de tal manera que la situación se tornará aun más conflictiva.

BloqueosA nuestros sentimientos no se los escucha, por lo tanto nosotros tampoco los escuchamos.

2- Si reconocemos lo que verdaderamente sentimos, estamos “obligados” a hacer algo al respecto: tomar una decisión o efectuar un cambio. Es enfrentarse cara a cara con la realidad y, a veces, eso es demasiado duro.

Sentir da miedo.

Esto no sólo sucede con las personas codependientes: cualquier individuo, en momentos determinados de su vida o de manera más o menos habitual, bloquea sentimientos que inconscientemente se siente incapaz de afrontar.

Los sentimientos no deben dictar o controlar nuestro comportamiento, pero tampoco podemos ignorarlos, ya que son muy importantes. Si hacemos que los sentimientos se vayan, si los alejamos, nos perdemos una parte importante de nosotros mismos y de nuestras vidas.

Los sentimientos son nuestra fuente de alegría, y también de tristeza, de miedo y de ira. La parte emocional de nosotros es la parte que ríe y la que llora. La parte emocional de nosotros es el centro para dar y recibir la cálida llama del amor. Esa parte de nosotros nos permite sentirnos más cerca de la gente. Esa parte de nosotros nos permite disfrutar del tacto.

Son los indicadores de lo que sucede, si nos sentimos felices, cómodos… sabemos que todo anda bien. Si estamos tristes, de malhumor… sabemos que existe un problema.

Es necesario aceptar toda la gama de sentimientos para vivir una vida plena. No es conveniente discriminar y sentir sólo ciertos sentimientos.

Nunca sentiremos alegría si somos incapaces de sentir dolor.

Los sentimientos son energía; si los reprimimos, nos quedamos sin ella.

 

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