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Deseo…(2a parte)

 

 

Siguiendo con los deseos, quiero explorar un poco la segunda frase del post anterior: “Cuidado no tengas que arrepentirte por no haber intentado cumplirlos”. Esta sería la polaridad contraria; del mismo modo que hablaba de lo sesgado que es nuestro pensamiento viendo en ocasiones sólo latania 1 parte “happy”, en este caso se trataría de cuando somos incapaces de darnos cuenta de que la “montaña/obstáculo” que está ante nuestros ojos no es ni tan grande ni tan insalvable. La fantasía del miedo a lo que sucederá nos congela y ancla.

Aprovecho el ejemplo de los viajes, este suele ser uno de los sueños que muchos individuos no realizan, únicamente, por el miedo a salir de su zona de confort.

Conozco a varias personas que anhelan recorrer el mundo, desplazarse a otros países, conocer otras culturas, pero una irracional inseguridad en sus capacidades les impide llevarlo a cabo. No entraré aquí en el tema de la fobia a volar, esto es harina de otro costal y, aunque tiene relación, sería un tramo diferente de la “escalera”.

Os hablaré de J., mujer independiente, autosuficiente y reconocida en su ámbito laboral. Conociéndola, gracias a acompañarla en su proceso, no dudo de su capacidad para manejarse en cualquier lugar o en cualquier situación sin grandes problemas. Su vida la ha llevado a desenvolverse en condiciones mucho más estresantes y difíciles que un viaje de placer, de las cuales ha salido airosa. Y aun así, desde hace un tiempo, cada vez que se plantea la realización de un viaje, al poco aparece “algo” que se lo impide.

A veces es el idioma del país “¿cómo me entenderé?”. A veces el dinero “ahora me va un poco justo, tengo muchos gastos”. En otras “no tengo tiempo”. La cuestión es que llegado el momento cualquier circunstancia es buena para posponerlo.

Sin embargo, ha habido momentos de su vida en que ha viajado, momentos en que su economía quizás estaba más maltrecha, ha ido a países de los que tampoco conocía el idioma y, sin embargo, la ansiedad no hizo acto de presencia. ¿Dónde estriba pues la diferencia? Iba acompañada.

Al trabajarlo en terapia, ha podido darse cuenta de que la dificultad no estriba en el viaje en sí mismo, no tiene nada que ver el lugar, la lengua o el medio de transporte; única y exclusivamente depende de su sensación de desangelamiento y de soledad. Un viaje la enfrenta inexorablemente a la soledad que no acepta.

El primer paso ha consistido en darse cuenta de que los motivos, los obstáculos, los contratiempos que ve, no existen realmente, simplemente son engaños que su mente se dice para evitar sentir la ansiedad que le produce enfrentarse a la soledad.

Y esta soledad es la indefensión de su niña pequeña, de esa criatura que no se sintió acompañada (no importan las razones objetivas o subjetivas que la hicieron sentirse así) durante la infancia. Como dirían algunos: es la falta de “padre”, entendido como la energía que nos ayuda a salir al mundo.

Se habla de yin y yang, de energía masculina y femenina, de padre y madre, no son nada más que formas de describir los mismos impulsos: expansión y agresividad por un lado, contención y ternura por el otro.

En esta sociedad que vivimos, la mayoría andamos desequilibrados en nuestras energías: cuando nuestro impulso agresivo, que sería el que nos ayuda a salir al mundo es deficiente, cualquier situación o circunstancia que se aleje mínimamente de nuestra zona de confort, cualquier novedad, cualquier cambio, nos produce ansiedad y desconsuelo. Hay personas que se ahogan, se angustian, tienen ataques de pánico. Otras se mienten con argumentaciones para evitar sentirlos. Pero, en definitiva, tanto unas como otras presentan pequeños retazos de agorafobia, ya que prefieren quedarse inmóviles en sus cubiles antes que enfrentarse al “peligroso e inquietante mundo”.

Si quedarse pasivos les diese la paz y la felicidad que desean, no existiría el conflicto pero, al igual que J., la inmovilidad no les satisface. Ella, encerrada en su pequeño mundo, bloquea su deseo y aparece la ansiedad. La suya es una sensación de apatía, de aburrimiento e insatisfacción que la lleva a comer, a quedarse ante el televisor mirando sin ver cualquier película. Esta resentida por no obtener su deseo: viajar.

Cuando nuestras capacidades adultas existen y, sin embargo, somos incapaces de extrapolarlas a ámbitos no habituales o simplemente aparecen en momentos de supervivencia, el adulto ha desaparecido siendo reemplazado por el niño indefenso. Es bueno recordarlo, ya que la integración de lo que fuimos con lo que somos nos convertirá en lo que queremos ser.

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Deseo…(1a parte)

 

 

kuba ambroseHay una frase que dice: “Ten cuidado con tus deseos, no sea que se cumplan”. Aunque no dudo ni por un instante de su veracidad, añado otra como su álter ego, que sería: “Cuidado, no tengas que arrepentirte por no haber intentado cumplirlos”.

Esta mañana, cómodamente en mi cama, terminé de leer el libro de Oscar Scott Card, “Calle de Magia”. Reconozco que para mi gusto no es de sus mejores obras y, aun así, como casi siempre que cae una novela en mis manos, le encuentro aspectos significativos que me hacen reflexionar o hacen incidencia en los momentos que vivo, a veces personales, a veces profesionales.

La historia en cuestión tiene que ver mucho con esta primera frase a la que hacía referencia: la realización de nuestros sueños o deseos. Cuando en ocasiones conseguimos que se materialicen, puede que no sea exactamente como quisiéramos y, en lugar de producirnos satisfacción, el resultado puede ser de gran desasosiego o angustia. De eso trata la obra, de cómo mágicamente un anhelo, una aspiración o pasión que ansiamos que se cumpla, al llevarse a cabo se convierte en una situación horrible, desmesurada o con una factura que abonar impensable.

El “deseo de independencia”, es uno de esos anhelos universales que tienen muchas de las personas a las que acompaño.

Ser independiente implica tener capacidad para decidir y ser responsable de ello. Para decidir necesito ser libre y esto implica no estar condicionada por mis miedos o fantasías.

Suelo encontrar dos situaciones:

a) La fantasía no incluye el esfuerzo. Habitualmente, cuando alguien en sesión me comunica que quiere ser independiente, libre de hacer o decidir, tan solo ve una cara de la polaridad. Al igual que en la novela, una cosa es el sueño, la fantasía que uno se crea en la mente de cómo será “eso”, y otra muy distinta cómo puede ser en realidad y todo lo que conlleva su paso.

b) Otra situación es la totalmente opuesta: la posible realización de nuestro sueño nos genera una fantasía catastrófica que nos bloquea e incapacita para empezar cualquier acción que nos lleve hacia su consecución. De este aspecto hablaré en el próximo post.

Una hermosa muchacha con la que he empezado a trabajar hace poco, me decía que ya le había llegado el momento de ser una adulta independiente, que no quería ni podía seguir viviendo de trabajos puntuales, de relaciones esporádicas y de sólo pensar en viajar. Que ya era hora de sentar un poco la cabeza, porque tanto movimiento sentía que la superaba y no quería seguir dependiendo de la ayuda de sus padres.

De repente, se le presentó una situación ideal: un trabajo en una compañía aérea, un sueño que no creía posible y de repente ¡zas! cristalizó.

Verse volando por el mundo es algo que le encanta, desde jovencita ha viajado constantemente y por tanto este trabajo le parecía el ideal para ella, pero nunca se imaginó que realmente la diferencia era tan grande. No es para nada lo mismo ser pasajero que azafata: uno descansa, la otra trabaja; uno realiza un viaje de ida o vuelta y, la otra, varias idas y vueltas en un mismo día. Ir vestida con un uniforme, estar bajo las órdenes (despóticas a veces) del o la supervisora de turno, sonreír a pesar de que el pasajero sea borde, cobrar un sueldo mísero y sufrir mareos y algunos inconvenientes físicos no entraban en su pensamiento.

Ser adulto independiente no sólo es tener dinero y capacidad de decidir en qué gastarlo, no sólo incluye tomar decisiones sin dar explicaciones. Ser adulto independiente significa ser responsable y eso tiene un coste.

Recuerdo cuando de niña me enfadaba con mis padres y me salía aquel: ¡qué ganas de ser mayor y hacer mi vida!

Hacer mi vida implica responsabilizarme de mis necesidades (tener casa, conseguir un trabajo que me aporte el dinero que me permita mantenerla, comprar comida…) y cumplir mis deseos o sueños es nada más y nada menos que una parte de hacer mi vida con una pequeña o gran factura que abonar para conseguirlo.

Como siempre, olvidamos que nuestra existencia tiene dos caras, dos aspectos, dos polaridades, y que la felicidad estriba en conseguir aceptarlas. El sueño, el deseo, se convierte en algo realmente hermoso cuando podemos equilibrar el coste con lo conseguido y eso se consigue cuando somos conscientes de que la factura es parte del regalo.

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